/ lunes 24 de abril de 2017

Voluntarios, la ayuda invisible en el trayecto de migrantes

  • Pequeñas acciones que, en su conjunto, resultan en un valiosogesto para miles que recorren un peligroso viaje

“Si queremos que nuestros migrantes sean tratados bien en EU,¿por qué no empezamos nosotros a tratar bien a los que vienen deabajo hacia arriba?”, plantea Sofía Kuthy, una de lasvoluntarias que ha decidido pasar sus vacaciones ayudando a LasPatronas en el estado de Veracruz.

Las Patronas, las mujeres que desde 1995 se dedican a daralimento y bebida a los migrantes que viajan por México rumbo aEstados Unidos subidos en el tren carguero conocido como La Bestia,son doce. Sin embargo, detrás de su reconocido y duro trabajo haymuchas manos más que ayudan en esta tarea.

A las puertas de su albergue, ubicado en la comunidad deGuadalupe, en el municipio de Amatlán de los Reyes, lleganmultitud de voluntarios que auxilian a estas mujeres en tareas comoembolsar comida, limpiar y rellenar botellas de agua o separar laropa que llega con las donaciones. Pequeñas acciones que, en suconjunto, resultan en un valioso gesto para miles de migrantes querecorren el peligroso viaje hacia el norte.

Los periodos vacacionales son los momentos en los que la casarecibe más visitas. Este fue el caso de Sofía, de 26 años, quienjunto con su esposo Mauricio acudieron donde Las Patronas despuésde conocer su trabajo a través de un documental.

La pareja se conoció en un voluntariado católico y desdeentonces aprovechan sus días libres para hacer altruismo,especialmente en Semana Santa: “Es un momento para donarte a losdemás (...) a mí me llenan mucho más estas cosas que irme devacaciones a la playa”, asegura Sofía.

Además, ayudar a Las Patronas tiene para ella una especialrelevancia tras la llegada de Donald Trump al poder, ya que losmexicanos se están “quejando” del trato que se da a losconnacionales en ese país pero en México “se trata muy mal alos migrantes”, y muchos de ellos pasan aquí “la peor partedel viaje”.

Pocas horas después de que Sofía llegara al albergue, seescuchó el pitido que anuncia la llegada de La Bestia, por lo queella y su esposo corrieron junto con el resto de voluntarios arepartir la comida. Ese momento fue “impactante”, y leimpresionó especialmente ver cómo algunos de los migrantes que yahabían podido agarrar víveres rechazaban recibir más bolsas,para cedérselas a sus compañeros.

Buscan comprender la situación

El dormitorio de los voluntarios del albergue registró un cupolleno en estas vacaciones de Semana Santa en él están un grupo deonce estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia(ENAH) de la capital mexicana.

Su motivación para venir fue “principalmente el problema quehay ahorita con Trump, y entender la migración desde dentro, desdeMéxico”, señala Josué Rodríguez, estudiante deEtnología.

Su compañera Lucía Gaona, de la misma carrera, coincide en queesta experiencia ayuda a conocer más sobre el trayecto querealizan los migrantes, y destaca que le llamó mucho la atenciónque se tratara de una “organización de mujeres” que, además,ayudan a la comunidad.

Los documentales sobre el albergue de Las Patronas dan unavisión general, pero estar con ellas es “muy diferente”,porque hay que estar atento y realizar muchas tareas, aportaJosué: “Estar llevando la comida, tener cuidado con el tren queva a una velocidad muy rápida (...) es un trabajo de todo el día,sí es muy muy duro”. (EFE) Para las Patronas, que la gente seacerque al albergue supone un aspecto más de su tarea para“concientizar a la juventud”, comenta Norma Romero.

“Alguien me decía alguna vez: ¿cómo vas a cambiar el mundo?Y yo creo que el cambio está en cada una de las personas”,valora esta Patrona, que ejerce como portavoz del grupo.

“La experiencia del voluntario de ayudar en el albergue nosolamente le hace bien al migrante, sino también le hace bien a lasociedad civil, porque se integra, porque conoce, porquevive”.

“Y porque vivió la Semana Santa dándole de comer a un serhumano que ni conoce, y simplemente pasó unos segundos y pudodisfrutar su rostro de alegría; ese es el gesto que nosotros hemosestado predicando desde hace 22 años”, concluye Norma. (EFE)

  • Pequeñas acciones que, en su conjunto, resultan en un valiosogesto para miles que recorren un peligroso viaje

“Si queremos que nuestros migrantes sean tratados bien en EU,¿por qué no empezamos nosotros a tratar bien a los que vienen deabajo hacia arriba?”, plantea Sofía Kuthy, una de lasvoluntarias que ha decidido pasar sus vacaciones ayudando a LasPatronas en el estado de Veracruz.

Las Patronas, las mujeres que desde 1995 se dedican a daralimento y bebida a los migrantes que viajan por México rumbo aEstados Unidos subidos en el tren carguero conocido como La Bestia,son doce. Sin embargo, detrás de su reconocido y duro trabajo haymuchas manos más que ayudan en esta tarea.

A las puertas de su albergue, ubicado en la comunidad deGuadalupe, en el municipio de Amatlán de los Reyes, lleganmultitud de voluntarios que auxilian a estas mujeres en tareas comoembolsar comida, limpiar y rellenar botellas de agua o separar laropa que llega con las donaciones. Pequeñas acciones que, en suconjunto, resultan en un valioso gesto para miles de migrantes querecorren el peligroso viaje hacia el norte.

Los periodos vacacionales son los momentos en los que la casarecibe más visitas. Este fue el caso de Sofía, de 26 años, quienjunto con su esposo Mauricio acudieron donde Las Patronas despuésde conocer su trabajo a través de un documental.

La pareja se conoció en un voluntariado católico y desdeentonces aprovechan sus días libres para hacer altruismo,especialmente en Semana Santa: “Es un momento para donarte a losdemás (...) a mí me llenan mucho más estas cosas que irme devacaciones a la playa”, asegura Sofía.

Además, ayudar a Las Patronas tiene para ella una especialrelevancia tras la llegada de Donald Trump al poder, ya que losmexicanos se están “quejando” del trato que se da a losconnacionales en ese país pero en México “se trata muy mal alos migrantes”, y muchos de ellos pasan aquí “la peor partedel viaje”.

Pocas horas después de que Sofía llegara al albergue, seescuchó el pitido que anuncia la llegada de La Bestia, por lo queella y su esposo corrieron junto con el resto de voluntarios arepartir la comida. Ese momento fue “impactante”, y leimpresionó especialmente ver cómo algunos de los migrantes que yahabían podido agarrar víveres rechazaban recibir más bolsas,para cedérselas a sus compañeros.

Buscan comprender la situación

El dormitorio de los voluntarios del albergue registró un cupolleno en estas vacaciones de Semana Santa en él están un grupo deonce estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia(ENAH) de la capital mexicana.

Su motivación para venir fue “principalmente el problema quehay ahorita con Trump, y entender la migración desde dentro, desdeMéxico”, señala Josué Rodríguez, estudiante deEtnología.

Su compañera Lucía Gaona, de la misma carrera, coincide en queesta experiencia ayuda a conocer más sobre el trayecto querealizan los migrantes, y destaca que le llamó mucho la atenciónque se tratara de una “organización de mujeres” que, además,ayudan a la comunidad.

Los documentales sobre el albergue de Las Patronas dan unavisión general, pero estar con ellas es “muy diferente”,porque hay que estar atento y realizar muchas tareas, aportaJosué: “Estar llevando la comida, tener cuidado con el tren queva a una velocidad muy rápida (...) es un trabajo de todo el día,sí es muy muy duro”. (EFE) Para las Patronas, que la gente seacerque al albergue supone un aspecto más de su tarea para“concientizar a la juventud”, comenta Norma Romero.

“Alguien me decía alguna vez: ¿cómo vas a cambiar el mundo?Y yo creo que el cambio está en cada una de las personas”,valora esta Patrona, que ejerce como portavoz del grupo.

“La experiencia del voluntario de ayudar en el albergue nosolamente le hace bien al migrante, sino también le hace bien a lasociedad civil, porque se integra, porque conoce, porquevive”.

“Y porque vivió la Semana Santa dándole de comer a un serhumano que ni conoce, y simplemente pasó unos segundos y pudodisfrutar su rostro de alegría; ese es el gesto que nosotros hemosestado predicando desde hace 22 años”, concluye Norma. (EFE)

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