TAPACHULA.- Grupos de migrantes africanos, haitianos y pakistaníes permanecen varados en la frontera sur a la espera de permisos que les permitan su estadía o tránsito por México. A pesar que no figuran en el mapa social de las autoridades y organismos defensores de derechos humanos, está población flotante padece aún más las secuelas del cierre de las oficinas migratorias, que desde el pasado viernes 15 de marzo dejaron de operar luego del altercado entre cubanos y agentes en las oficinas del INM de Tapachula.
Migración ha informado que esperan procedimientos de permisos al menos 105 africanos de distintas nacionalidades (Ghana, Angola, Argelia, El Congo, entre otros) mientras que unos 130 ciudadanos de Haití están en la misma situación. Sivi Naola Jpierre, una mujer de 37 años originaria de El Congo, lleva cinco días pasando sol y lluvia afuera de la Estación Migratoria Siglo XXI a la espera de un trámite. Huyó de su país junto a su hijo de tres años y su esposo debido a la persecución religiosa de la que ha sido víctima.
Haití es otro país donde la gente está padeciendo desgracias. La isla del Caribe enfrenta una de las peores crisis sociales en su historia. “Allá se están muriendo y los que tienen la oportunidad de salir, lo hacen y dejan todo a la suerte. Otros, los que se tienen que quedar allá, se están matando al no soportar la tragedia”, relata un haitiano que prefiere callar su nombre.
Otros que no han figurado mucho en el mapa son los pakistaníes, que huyen también de la violencia y la falta de oportunidades.
Para las autoridades migratorias ellos no existen, ni siquiera tienen una cifra estimada de cuántos hay esperando un permiso migratorio.
Rafiq es uno de los migrantes invisibles que deambula por Tapachula. Apenas se hace entender en español. “Llevo tres meses viajando, pasé Panamá y allí tarde mucho, luego pasé Centroamérica. Huí de mi país y dejé a mi familia porque allá la violencia de talibanes y gente asociada con terrorismo es muy fuerte, esto también genera que no haya trabajo”, expuso.
NO QUIEREN VOLVER CUBA
“Prefiero que me maten, antes que volver a Cuba, mejor me doy un tiro, a regresar”, dijo Rondalis Gómez, de 19 años de edad, dejó en claro su intención de abandonar la isla, ante la pobreza en la que viven.
Y es que, la vida en Cuba no es tan fácil como se publica en algunos medios de comunicación, al tener que sortear su suerte para medio comer y medio vestir, con una paga de 10 dólares al mes, que equivalen a 250 pesos, según el tipo de cambio que existe en la isla.
Otro migrante de aquel país contó de los cuatro años que tuvo que pasar en prisión por matar a su vaca, para alimentar a su familia, ya que allá es muy penado comer carne de res o sacrificar a este animal.