Sonora.- A cuatro años del desastre ambiental en la región del Río Sonora, solo cinco plantas potabilizadoras se han entregado y al menos tres se instalaron en los ocho municipios afectados por esta contingencia que perjudicó a 22 mil personas.
La gobernadora, Claudia Pavlovich Arellano, informó el año pasado que de 36 se disminuyó el número de potabilizadoras a nueve, de las cuales siete serían fijas y dos móviles, como propuesta de Grupo México.
En marzo de 2018, autoridades de los tres niveles de Gobierno, acudieron a las comunidades de la región del Río Sonora para entregar las potabilizadoras y presentar la Zona Económica Especial del Río Sonora (ZEERS), que busca detonar la economía de esa área, así como para otorgar diversos apoyos.
Wenceslao Cota Montoya, delegado de la Secretaría de Gobernación (Segob) en el Estado, confirmó la reducción de las plantas potabilizadoras justificando que derivado de diversos monitoreos realizados en las aguas de los pozos de esos municipios se obtuvieron resultados positivos.
A pesar de que se vayan a instalar estos equipos aseguró que el recurso hídrico en esa región, que fue infestado por el derrame 40 millones de litros de lixiviados de sulfato de cobre de la mina Buenavista del Cobre en Cananea, seguirá en revisión por parte de la Conagua y la Cofepris.
AGUA EN HUÉPAC
Para verificar la situación a cuatro años de la contingencia, El Sol de Hermosillo realizó un recorrido por los ocho municipios dañados a causa de este desastre ecológico y acudió a la planta potabilizadora móvil que se instaló en la localidad de Huépac.
Este equipo que brinda agua potable a la población se encuentra en las instalaciones del Ayuntamiento, dos llaves están a las afueras del inmueble y son de fácil acceso para que los habitantes puedan hacer uso de ellas sin problemas.
José Ignacio Martínez, residente de esa comunidad, indicó que esta planta es usada cotidianamente por sus vecinos en el municipio, ya que les genera confianza después del derrame de tóxicos en el Río Sonora y en los pozos aledaños.
“Es muy bueno que ya haya una planta potabilizadora móvil en el municipio, hay mucha gente que agarra el agua de ahí para no tener que comprar, aunque yo he tomado todo el tiempo de la llave”, expresó.
El habitante de esta localidad mencionó que el líquido vital ha conservado un color favorable a comparación de cómo se encontraba cuando ocurrió la contingencia en 2014 y que provocó un desagrado en la población.
AÚN FALTAN APOYOS
En Baviácora y Aconchi, así como en San Felipe de Jesús, los habitantes manifestaron que no se han entregado o puesto en operación las plantas potabilizadoras.
Un poblador de Baviácora, quien prefirió omitir su nombre, expuso que se entregó el equipo al Ayuntamiento, pero el Gobierno Municipal no la ha instalado, lo que ha retrasado el avance en esa localidad.
Francisco Bojórquez, habitante de Aconchi, expresó que su municipio tampoco cuenta con una potabilizadora de las que prometió el Fideicomiso, por lo que las familias tienen que comprar agua para beber.
Señaló que en estos cuatro años especialistas siguen acudiendo al río para hacer valoraciones de su condición y verificar si cuentan con metales pesados, lo que ha resultado positivo, pero todavía hay desconfianza en este recurso natural.
“Todos los especialistas que vienen dicen que está igual, contaminada, revisan el río y dicen que esta igual que cuando empezó”, precisó el residente de Aconchi.
En Bacanuchi se instaló la primera planta potabilizadora, 18 meses después del derrame de tóxicos, pero por un tiempo estuvo paralizada debido a la falta de energía, lo que se resolvió en 2017 y actualmente buscan un proyecto para aumentar su conexión eléctrica.
Pobladores de Ures indicaron que en la localidad de San Rafael, que se ubica en ese mismo municipio, se tiene una de las potabilizadoras nuevas y es la que brinda agua a la comunidad.
RONCHAS EN LA PIEL
Aunque el derrame de tóxicos en el Río Sonora ocurrió en 2014, desde hace dos años Rosalío Elías Montijo sufre una enfermedad en la piel a causa de esta contingencia ambiental.
El hombre de 48 años narró que debido a la molestia que sintió en manos y piernas, en 2016 visitó a varios médicos para verificar su salud, quienes le dijeron que su padecimiento se debe a la contaminación del Río Sonora.
Rosalío Elías mencionó que es originario de la localidad de Bámori que pertenece al municipio de Arizpe, uno de los ocho pueblos dañados por el derrame y que se ubica a solo unos metros del cauce de los ríos Bacanuchi y Sonora.
La enfermedad que padece hace que su piel se torne roja, con ampollas y puntos más rojizos, además le provoca comezón, lo que en ocasiones impide que concilie el sueño.
“Me agarra cada tres o cuatro meses, se me quita el daño, pero luego vuelve otra vez, ya fui con médicos y me han dado un montón de pomadas, pero todo es lo mismo, el agua del río”, expresó.
El habitante de Arizpe manifestó que esta situación le genera molestia debido a que repercute a su salud y no ha encontrado una solución, aunque los especialistas le han recetado diversos medicamentos.
“Lo principal que siento es rasquera, las manos también las tengo afectadas, ante noche no dormí nada por lo mismo, ahorita se ve bien, pero a veces el cochinero chorrea por la pierna”, externó.
Rosalío ha tenido contacto con agua del río y de los pozos, al lavar los trastes y bañarse.
DESCONFIAN DE LA CALIDAD DEL AGUA
Además de daños en la salud, la contingencia ambiental que en 2014 perjudicó a los municipios de Bacoachi, Arizpe, Banámichi, Huépac, San Felipe de Jesús, Aconchi, Baviácora y Ures, tambien generó afectaciones económicas en la población.
María Jesús Cruz, residente de Banámichi, declaró que desde hace cuatro años optaron por comprar agua purificada para su consumo y en ocasiones para preparar alimentos, cuando antes de 2014 utilizaban la de los pozos de la comunidad.
Expuso que en su hogar compran semanalmente de tres a cuatro garrafones, mismos que cuestan 15 pesos cada uno, lo que ha repercutido en su economía familiar.
“No tomamos agua de la llave porque cuando no tiene tierrita tiene otra cosa, mi esposo compra cuatro garrafones y a veces tengo que cocinar con esa agua, especialmente cuanto tengo visitas”, compartió.
Durante los primeros años después del derrame, recordó que las autoridades del municipio y del Gobierno Estatal brindaban agua potable a través de pipas, debido a que no había pozos o plantas potabilizadoras, actualmente ya no cuentan con este servicio.
Por su parte, María Medina, otra habitante del municipio de Banámichi reconoció que varios de los pobladores del Río Sonora perdieron la confianza del agua que sale de las llaves de las viviendas.
Destacó que en localidades como Arizpe, Banámichi, San Felipe y hasta Baviácora no se han instalado las plantas potabilizadoras que se estipularon dentro del Fideicomiso Río Sonora para resarcir los daños de la contingencia.
“Hay desconfianza porque todavía sale sucia el agua, no vemos las potabilizadoras, brillan por su ausencia y ya son cuatro años, todos los de Banámichi hacemos este tipo de compras”, comentó.