Durante las tardes, casi caída la noche, los sepultureros del panteón de la Soledad, veían a mujeres con tacones altos, bien pintadas y con vestidos de gala, que entraban por el portón y se sumergían hasta el rincón donde se levanta la lápida del general Juan Nepomuceno Mirafuentes, su protector. A quien le rezaban y le pedían protección de los hombres malos que se encontraban a diario en su oficio.
“Se le conoce como el general que saca la mano y el protector de las mujeres de la noche, no sabemos exactamente cómo surgió la adoración”, explica José Antonio Guadarrama, actual administrador del Panteón General, sobre la protección al general por las sexoservidoras, como si se tratara de un santo milagroso.
José Antonio deduce que la adoración surgió por la fama de sanguinario que tenía el militar contra sus enemigos, a quienes decapitaba y causaba terror entre los pelotones.
“En alguna ocasión un compañero se encontró a un grupo de mujeres que rezaban aquí en la tumba, le llamó la atención porque eran bellas y se les acercó y les preguntó que por qué le rezaban y le contestaron, mira hijo, tú no sabes porque estás muy pequeño, cuando nos encomendamos a él, pedimos su protección, nos va bien en el trabajo, no nos encontramos hombres violentos, no nos insultan y ganamos mucho dinero”, revela el panteonero, sobre una de las anécdotas relacionadas al General con sus mujeres.
El general Mirafuentes falleció en 1880 y tras su muerte surgieron diferentes relatos de apariciones y fantasmas del militar que acechaba el barrio de Santa Clara, donde en un inicio fue sepultado.
“Sus restos estaban en la iglesia del barrio de Santa Clara aquí en Toluca, donde nació su historia y luego en 1901 lo trajeron aquí al panteón de la Soledad”, relata el cronista del cementerio.
De acuerdo con las reseñas de Margarita García Luna, excronista fallecida de Toluca, el general Mirafuentes fue envuelto en un petate para ser sepultado, pero se hizo mal su embalsamiento y provocó que uno de sus brazos quedara en escuadra.
José Antonio narra esa historia con picardía, como la que dio paso a sus leyendas de espantos.
“Se puso su brazo en escuadra para que drenara la sangre y así quedó su mano, tuvieron que enterrarlo dos veces, porque dicen que espantaba y se le veía trotar con su caballo por el barrio de Santa Clara”, describe el administrador sobre la leyenda.
Aunque la historia sobre la adoración de las prostitutas por el General, tiene que ver más con lo fuerte de su carácter, que lo hizo desalmado y duro contra sus enemigos, por lo que las sexoservidoras buscaban de su cuidado.
Las encomiendas, acompañadas de ofrendas nacieron en la época de la Revolución Mexicana, cuando se solía ver con mayor frecuencia a grupos de mujeres que llegaban a rezarle hasta su lápida de piedra donde actualmente descansa.
Según cuenta el encargado, en las fisuras de la gran tumba de Mirafuentes, los enterradores solían encontrar monedas y billetes, acompañados de flores y veladoras, que dejaban las prostitutas.
“Actualmente ya no vienen, pero todavía hasta el año 2002 se podían ver mujeres bien vestidas y pintadas que llegaban en las tardes al panteón, dejaban sus billetes pero en la época de la Revolución incluso dejaban monedas de oro”, detalla.
Las mujeres que solicitaban protección a Nepomuceno, provenían del sur, el norte y de municipios aledaños a Toluca, entre ellas mismas se encargaron de expandir el mito como una plaga, que se hizo ganarle mayor fama al General Juan Nepomuceno Mirafuentes. Historia que aún persiste.