Ciudad Juárez, Chih.- Para poder comprar un poco más de huevos y sopas, Yanira y su familia dejaron la casa de renta que tenían al suroriente y se fueron a vivir al otro extremo de la ciudad, donde habitan un cuarto de madera y cartón.
La crisis por la pandemia los obligó a tomar decisiones duras, luego de que a su marido le bajaron el sueldo al 60 por ciento, en la maquila donde se ocupaba.
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Faustino Ortega, un músico de 65 años, ha sufrido también por el cierre de centros nocturnos, donde se empleaba antes de la llegada del coronavirus.
Ahora debe hacer pequeños trabajos de albañilería que apenas le dejan unas cuantas monedas para sobrevivir a la miseria.
En su refrigerador tiene apenas unos pocos blanquillos, dos tomates y una mayonesa, con los cuales él y sus dos hijas deben alimentarse este día.
De no ser por el poco dinero que consigue y las escasas despensas que han dado el gobierno y grupos religiosos, el hambre los habría matado ya.
Rumbo a Rancho Anapra
Hace unos meses la familia de Yanira disfrutaba de un hogar a las afueras de la mancha urbana, en el fraccionamiento Finca Bonita, hogar que estaba construido de concreto, con habitaciones y un refrigerador más abastecido. Al inicio de la pandemia por Covid-19, esto comenzaba a representar para ellos un lujo, por lo que tuvieron que buscar una opción más económica donde no tuvieran que pagar renta.
A los pocos días, llegaron a las orillas de la colonia Rancho Anapra, sector que ha sido identificada como una de las zonas más vulnerables de Ciudad Juárez, donde comenzaron a construir un pequeño cuarto de madera y cartón, el cual no tiene lujos, ni siquiera un baño. Su refrigerador tiene solo lo más indispensable, huevo, alimento enlatado, cebolla, tomate y tortillas.
Su comida diaria consiste en un huevo por la mañana y por la tarde alguna sopa con consomé, la mayoría de los días, les toca saciar su hambre con algún pensamiento o trabajo que les haga olvidar el hueco que ha quedado en el estómago, o bien, buscar en el refrigerador para ver si ha quedado comida de días anteriores.
Un domingo por la mañana, Yanira se encontraba con su hija de un año y seis meses llamada Yamilet, también con su hermana menor Paola, estaban desayunando el resto de fideo en salsa verde que les había quedado de un día antes acompañado de un vaso con agua de la llave y saborizante.
Su esposo Gabino, se había levantado desde temprano para ir a trabajar a la maquiladora y por lo menos, poder sacar unos pesos extras que alcanzaran a comprar los pañales y leche de la menor, ya que en medio de la contingencia, lo habían descansado más de cuatro meses y le habían bajaron su salario hasta un 60 por ciento.
Antes de que llegara la pandemia, Yanira pagaba mil pesos de renta mensuales, su esposo ganaba mil 200 pesos a la semana, equivalente a 4 mil 800 pesos al mes. De su sueldo tenía que pagar renta, servicios, pañales, leche, transporte y el mandado, el cual supera los 800 pesos semanales y solo se compraba lo más necesario como papas, huevo, leche, sopas y purés de tomate.
“Por eso nos vinimos para acá, aquí no pagamos renta y podemos invertir un poquito más en mandado, aunque no sea mucho”, expresó, mientras cargaba a la pequeña Yamilet entre sus brazos.
Tapan puertas y ventanas con tela
Por otro lado, al poniente de la ciudad, en una pequeña zona conocida como la Juanita Luna, se encuentra el señor Faustino Ortega, acompañado de sus dos hijas; Aracely y Joseline.
El refrigerador de esta familia está conformado solo por unos cuantos blanquillos, dos tomates, una mayonesa, pues durante la contingencia les ha tocado alimentarse de las pocas despensas que el Municipio y los hermanos religiosos han repetido.
Ortega, se ha dedicado a la música desde hace más de 40 años y a raíz de la pandemia perdió su trabajo, ya que los salones en donde él se presentaba habían cerrado.
En ocasiones, también logra comprar un poco de mandado con los trabajos de construcción que ofrece en la misma zona, y aunque no sea mucho lo que obtiene, ha sacado los necesarios para no morir de hambre.
“Ha estado muy duro, ha estado muy fuerte la cuestión económica, hemos salido adelante como se pudo, con despensas del gobierno, de los hermanos”.
Su hogar, actualmente está en proceso de construcción, la casa ya está fincada, sin embargo, aún no tiene puertas ni ventanas por lo que en tiempo de frío tienen que tapar con algún pedazo de tela.
“Hemos tenido que ajustarnos a lo que hay, a lo que tenemos para consumir, lo único bueno es que mis hijas no han tenido escuela, porque con escuela y sin recurso hubiera estado más difícil”, expresó el señor de 65 años.
De acuerdo con el estudio de Medición de la Pobreza Chihuahua 2018, realizado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en Ciudad Juárez, un 26 por ciento de la población vive en condición de pobreza, del cual un 25 por ciento corresponde a pobreza moderada y un 1 por ciento vive en condición de pobreza extrema.
Asimismo, el consejo estimó los efectos potenciales que la actual contingencia sanitaria podrían generar en los niveles de pobreza por ingresos y en la pobreza laboral. La pobreza por ingresos se podría incrementar entre 7.2 y 7.9 puntos porcentuales, teniendo un incremento de la pobreza extrema por ingresos entre 6.1 y 10.7 millones de personas para finales del 2020, mientras que para la pobreza laboral se estima un aumento de 37.3 a 45.8 por ciento, esto a nivel nacional.
Por su parte, el Instituto Municipal de Investigación y Planeación (IMIP), realizó un estudio en el que señaló, que de 1 millón 448 mil 859 de habitantes juarenses, contabilizados en el 2018, el 43.83 por ciento estaban económicamente inactivos, mientras que el 55. 98 - 575 mil 889 ciudadanos- restante era una población económicamente activa, del cual el 43.12 por ciento se dedica a la industria maquiladora.