LA HABANA, Cuba. Se llaman Dimitri Fidel, Natacha, Sacha, Katiuska, Vladimir y son miles, hijos de tres décadas de estrecha alianza con la Unión Soviética (1960-90), que abarcó casi todos los ámbitos de la vida en Cuba.
Nombres y lazos de familia, edificios, autos, electrodomésticos, parques, escuelas, armas y otras cosas en Cuba recuerdan la Unión Soviética, cuando se conmemoran los 100 años de la revolución bolchevique.
“En realidad, la presencia soviética en Cuba nos acompaña todos los días, en todo momento”, dice a AFP Eugenio Reyes, un mestizo de 69 años que estudió una carrera militar en la antigua URSS.
Trabajó con soviéticos en la isla como ingeniero de telecomunicaciones y en 2004 se casó con la astrónoma rusa Svetlana Oparina (54). Desde entonces se dedican a la medicina bioenergética.
Frente a su casa pasan antiguos autos Lada y Moskvitch, una vecina lava su ropa en una vieja pero invencible máquina Aurika y unos jóvenes se disponen a ir al Parque Lenin, el más grande de Cuba.
El choteo criollo, esa esencia cubana de burlarse todo, no perdonó cierta falta de refinamiento de los soviéticos ni su atraso tecnológico, y por esa redondez de espíritu, los bautizó como “los bolos”.
“La gente con poca o mala información establece criterios sobre la Unión Soviética totalmente absurdos, dicen muchos disparates”, protesta Reyes. “Los rusos me enseñaron a ir a un teatro, a deleitarme con la música clásica, a ir al ballet, a un museo. Eso no me lo enseñó ningún cubano”, añade.
Unos 20 mil técnicos soviéticos trabajaron en Cuba en disímiles ramas en esos 30 años, explica Ruslán Reyes, presidente del Consejo de Coordinadores de la comunidad ruso parlante de origen soviético en Cuba, de unos 5 mil miembros.