Sol salió huyendo de Reynosa, Tamaulipas rumbo a la Ciudad de México la primera semana de septiembre del 2015 a consecuencia de la violencia provocada por los enfrentamientos entre miembros del Cártel del Golfo (CDG), y fuerzas federales. “A los del CDG no le importa la propiedad de las personas. Se van a esconder a una casa y toda la rafaguean, con personas dentro”, afirma la afectada.
Sol tiene 26 años, dos hijos y estudia una carrera universitaria en el sistema abierto. Es una de las 310 mil 527 personas que hasta diciembre de 2016, enfrentan el desplazamiento forzado, según datos de la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH).
En 2008 la pugna entre organizaciones criminales era poco conocida. Los habitantes de la fronteriza ciudad de Reynosa estaban por experimentar el alcance de la red de tráfico de drogas y armas. Cuenta Sol que todo cambió cuando el ex presidente Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico y el Estado cazó a Jaime González Durán, el comandante Hummer, líder de los Zetas, que luego de su detención en noviembre del 2008, convirtieron a Reynosa en una zona de guerra.
El acento norteño de Sol se mezcla con la normalización de la violencia. En su rostro hay una sonrisa permanente, incluso cuando recuerda aquellos tres días de combates urbanos en las calles de Reynosa.
El Hummer, un exmilitar del Grupo Aerotransportado de Fuerzas Especiales (Gafes) y antiguo escolta de Osiel Cárdenas Guillén (patrón del cártel del Golfo) cayó sin que se disparara un solo tiro, pero luego, decenas de sus sicarios intentaron rescatarlo mostrando amplia capacidad de fuego.
Las autoridades impusieron por primera vez un toque de queda en la ciudad. Por tres días la vida se suspendió en Reynosa. “Nunca había vivido un toque de queda. No sé si fue el gobierno o Protección Civil el que lo ordenó. Fueron días en que las calles quedaron cubiertas de casquillos de bala y de granadas que no explotaron.
“Después de la captura del Hummer, fueron balaceras por aquí y por allá. Así fueron los primeros tres días. Ya después los enfrentamientos se daban una vez cada dos semanas, pero después de un año, los enfrentamientos fueron a diario, por las noches. Se escuchaban los granadazos, incluso las bazookas”.
Los ojos de Sol se llenan de lágrimas cuando recuerda las ráfagas de las armas automáticas de uno y otro bando. “Yo estaba en la escuela y era algo nuevo para mí. Te tensas y en seguida me comencé a preguntar por mis hermanos, que estuvieran bien, mis sobrinos igual”. Desde entonces, el tejido social de Reynosa se fue desgarrando a jirones.
Sin embargo, la bestialidad ejercida por los jóvenes armados con rifles de asalto provenientes de Estados Unidos, así como por las fuerzas federales, fue en escalada. En 2009, Reynosa cerró el año con 65 asesinatos; 20 de ellos fueron mujeres. Para el 2010, la cifra casi se duplicó con 126 asesinatos de los cuales 110 fueron hombres y 15 mujeres. En 2016, el último registro que tiene el INEGI da un total de 102 personas asesinadas, 12 de ellas mujeres.
La noche en que Sol decidió huir de su ciudad varios hombres la esperaban. Un “pesado” del CDG había estado tras sus pasos y mandó a una “estaca”, un grupo de seis sicarios a bordo de una camioneta para interceptarla cuando ella saliera del restaurante de comida rápida donde trabajaba. Por cuestiones de operación del negocio, Sol cambió su turno con una amiga, y fue ella quien se topó de frente con los jóvenes armados que ya esperaban a Sol a dos cuadras del restaurante.
“Renuncié al siguiente día, después de que mi amiga me contara que un pesado del CDG quería conocerme. Mi mamá ya no me hubiera vuelto a ver. Si le gustas a uno con poder y te va bien, te llevan y te quedas ahí a su lado. Pero cuando ni le haces caso, te talonean. Te prostituyen. Te llevan a fiestas de puros narcos. A una amiga le pasó”.
“No son leyendas urbanas, sí son crueles, sí son despiadados.” Asegura Sol. La joven dice con total firmeza que el sistema educativo deficiente y el subempleo son las causas principales de que exista ese nivel de violencia social que ha destrozado a familias completas. “No hay cultura. El nivel educativo en Reynosa es pésimo. No hay oportunidades”.
Actualmente Sol espera concluir la carrera de psicología y no piensa regresar a Reynosa en mucho tiempo.