Según la última Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información (ENDUTIH), en México hay 71.3 millones de usuarios de internet, de estos el 76.6% tiene acceso a redes sociales y el 96.9% asegura que su principal actividad conectados es obtener información.
Viendo estos números, la arena digital pareciera ser una jugosa área de oportunidad en tiempos electorales, para replicar los mensajes de campaña y sobre todo incidir en la decisión final de los votantes.
Sin embargo, la comunicación política mexicana ha evolucionado poco desde los comicios presidenciales anteriores, en el desarrollo de estrategias efectivas. Esta vez se ha cuidado mejor la capacidad y velocidad de respuesta ante ataques de y hacia los candidatos, se nota más la presencia del equipo de campaña, pero los bots, memes y notas falsas parecieran ser el producto más vendido entre las agencias de marketing digital. Si queda alguna duda, haga el ejercicio de usar alguno de los # o mencionar a algún candidato y verá cómo le llueven comentarios de cuentas sin seguidores.
Tras las interacciones alrededor del primer debate, de acuerdo con cifras del INE, se generaron 14 millones de tuits, casi tres millones de interacciones en facebook y cerca de 60 mil en instagram. Twitter se volvió la arena de “debate sobre el debate en tiempo real”, mientras facebook se presta más a comentarios alrededor de noticias falsas y memes.
La batalla se ha centrado en las fake news, que no son ajenas a la realidad mexicana; resulta sorprendente la cantidad de ciudadanos dispuestos a creer que el papa Francisco habló de AMLO en la OEA, que Salinas está adoctrinando a Meade, etc.
El valor de #Verificado2018 es justo tener un jugador imparcial con la tarea de desmantelar la mayor cantidad de noticias falsas que se pueda. No obstante, es importante recordar que las redes sociales permiten al usuario personalizar al extremo el tipo de información que recibe, a quién seguir, y a quién darle el peso de líder de opinión.
No es una sorpresa que en un entorno tan polarizado como el que estamos viviendo en esta elección, estas decisiones no incluyan compensar con perfiles o fuentes de información que cuestionen o contrapesen nuestra opinión personal. Es decir, el usuario se rodea de mensajes que reafirman sus fobias o sus filias, y si bien se envuelve en discusiones con quien no piensa igual, permanece cerrado al diálogo o a cambiar de postura.
El número de menciones, el sentimiento y las interacciones en redes sociales para cada uno de los candidatos ha ido variando a lo largo de estos 45 días, aunque sin lugar a dudas los dos punteros son los que tienen mejores números. ¿Corresponde esto a una estrategia? Da la impresión que es la añejada “que hablen de mí, como sea, pero que hablen”, mezclada con el mensaje “ustedes contra nosotros” que se volverá el gran reto a resolver por quien sea que gane la presidencia.
Se genera mucha conversación, pero ¿qué tanto se capitaliza hasta llegar a una intención de voto? ¿realmente mueve la aguja? Las interacciones alrededor de la participación de los candidatos en entrevistas televisivas, los movimientos poco significativos en las encuestas después de grandes esfuerzos digitales y la respuesta en mítines y eventos de campaña, nos dicen que, hablando de redes sociales, es más probable que una mala respuesta los envuelva en una crisis que se desborde hacia medios tradicionales, a que un ingenioso meme se traduzca en nuevos votos.
*Socia de Meraki México