León, Gto.- Desde el mirador de Los Otates, Francisco Villa y sus hombres vigilaron los movimientos de las tropas de Álvaro Obregón. El Archivo Histórico Municipal de León divulgó las imágenes. En la cumbre todo sigue igual, pero ahora podemos ver con nitidez el panorama que el general Villa estudió día y noche, previo a las Batallas de la Trinidad, durante la Revolución Mexicana.
La comunidad de San Juan de Otates se ubica al este de la ciudad. Es la localidad con mayor población dentro del municipio. Su cerro, justo a la entrada del asentamiento humano, fue punto estratégico para que la artillería de Villa ocuparan el lugar y desde ahí, en las alturas, vigilaron el movimiento de los enemigos.
El general estableció su cuartel en la hacienda a pie cerro. Según el libro “El paso de la Revolución por León”, del Arquitecto Rodolfo Herrera, en esa hacienda se escondieron 6 cañones, 20 ametralladoras, 3 mil rifles y 300 mil cartuchos de 7mm, además de provisiones, elementos sanitarios y otros pertrechos de guerra. Villa, acompañado del general Felipe Ángeles se hizo de dos aeroplanos y tres heliógrafos para divisar y mantenerse informado de los movimientos de su enemigo. A quienes tenía en la mira desde la estratégica cumbre.
Desde esas piedras aún presentes en El Mirador -nombre del cerro-, el general Villa, observaba y daba órdenes.
Hace más de 100 años, que El Mirador y sus piedras, fueron testigos de hechos históricos. Hoy, viven entre el grafiti y la destrucción humana. Al cerro nadie lo cuida, pero muchos acuden en búsqueda de los tesoros de los Villistas, así fue como encontraron la ahora llamada Cueva de Los Ladrones.
Cuevas
En las inmediaciones del cerro El mirador, hay dos cuevas y una cascada. La Cueva Blanca, llamada así por el color de su tierra y la Cueva de los Ladrones, a la que todos le tienen miedo. A la primera todos pueden entrar, su acceso es fácil, pero en temporada de lluvias, es resbaloso. Y justo frente al Mirador, en la montaña de un costado, la Cueva de Ladrones, yace como un enigma para los pobladores. Su acceso es estrecho, pero dicen que una vez dentro, es amplio su interior. Esta versión es la que se rumora, pues hasta ahora nadie lo ha visto con sus propios ojos.
Dicen que el acceso a la Cueva de los Ladrones es estrecho porque fue demolido, ahí escondían todo lo que se robaban los revolucionarios, por eso su nombre. Los cazadores de tesoros han intentado ultrajarla, pero si la montaña no te quiere, no te deja entrar y punto. Te echa, apuntan los pobladores de Otates.
“Los que entran ya no salen”, dice Daniel, un joven de los Otates que mostró la zona a Organización Editorial Mexicana.
Sobre la Cueva Blanca escurre agua que baja por las laderas de los cerros de Otates que nacen a partir del Cerro El Mirador. En temporada de lluvias caminar por el lugar es casi imposible y justo, en la cañada donde está el salto de agua, nace un riachuelo, el mismo que separa a la Cueva de los Ladrones, de El Mirador.
Los habitantes de Otates conocen bien la historia del lugar. Son varios los que han encontrado cuchillos y utilería de los años revolucionarios. Todos saben que en las Batallas de la Trinidad, Obregón perdió el brazo, pero salió victorioso derrotando a las tropas villistas.