/ sábado 18 de mayo de 2024

Madres platican cómo es visitar a sus hijos y esposos en el Cereso

La mayoría de ellas acuden los fines de semana para estar todo el día con su ser querido

León, Gto.- “Lo más feo y pesado que puedes enfrentar aquí dentro, es dejar a tu hijo, ver su mirada triste y tener que decirle ya me voy la próxima semana te vengo a ver”, dijo una madre quien tiene a su hijo recluido en el Cereso de León.

Regularmente, los fines de semana acuden madres de familia a pasar de diez de la mañana a seis de la tarde con sus hijos o esposos, entran a un patio y ahí les llevan su comida favorita como lo son las enchiladas, chilaquiles o hasta pozole, también manifestaron que les han llevado frituras para botanear.

En la parada del camión ubicada en el Centro de Readaptación Social se encontraban estas mujeres que por seguridad no se escribirán sus nombres, pero eso sí, todas y cada una de ellas vestidas con colores claros para que las dejen ingresar al penitenciario a su visita.

Todas ellas salen luego de su encuentro con los ojos rojos y con la voz entrecortada, cada una de ellas sabe su propia historia y su propia verdad, pero por temor a ser juzgadas y señaladas por la sociedad prefieren guardar silencio.

Pero una que otra habló, por ejemplo, una mujer de entre 50 a 57 años de edad con mirada triste y sin ganas de arreglarse ni sonreir quien al mismo tiempo sostenía una bolsa de pet entre sus manos, platicó que sólo iba a solicitar su permiso de visita pero no pudo ingresar porque le faltaron documentos. La señora iba acompañada de una adolescente.

“Vengo por primera vez y no pude arreglar, aquí está dentro”, fueron sus únicas palabras y hubo un silencio por parte de todos los que estaban a su alrededor. Esperó calmarse y prosiguió: “No sé cómo está, me gustaría verlo”.

Una señora de aproximadamente 50 años externó que a un año de que su esposo esté en el Centro de Readaptación Social sus visitas son a través de los locutorios porque no se anima a pasar al patio donde se encuentran todos los demás reclusos y que solo con una especie de teléfono habla pero un vidrio los separa así es que no se pueden ni tocar.

“Tengo un año viniendo pero mi visita es por locutorios, todavía no me atrevo a pasar”, indicó.

Al cuestionar de el por qué aún no se atrevía a pasar, si acaso era de las habladurías que se dice, que se tienen que quitar la ropa y dejar tocar por un guardia de seguridad dijo que es algo más personal.

“No, en toda visita te revisan igual me dicen que me quite blusa, el panteón y hasta esto -señaló su pantaleta-, es normal porque no podemos usar cualquier ropa, es más ni zapato con agujetas podemos ingresar. Todos aquí nos conocemos y son muy amables. Nosotras ya sabemos que hacer”, afirmó la mujer.

Después de un rato, de un grupo de alrededor de 15 mujeres que se encontraban sólo había un señor de 70 años con vestimenta humilde y sombrero de paja que también llevaba una bolsa de pet, sólo escuchaba atento a lo que hablaba una y otra de las personas que estaban sentadas en la parada del autobús pero siempre con su mirada perdida hacía el piso.

Pasando el tiempo por fin llegó la Ruta A-04 la cual sale de la Estación Timoteo Lozano con dirección a la Central de Abastos, Fiscalía General de la Estado de Guanajuato Región A para llegar al Centro de Readaptación Social, para dar la vuelta y continuar con la misma dirección haciendo diversas paradas hasta llegar de nuevo al lugar donde inició.

Pero antes, las madres explicaron que usar esta ruta es un martirio ya que tarda hasta 45 minutos o más en pasar, sobre todo los fines de semana que las visitas son todo el día.

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Finalmente, las madres que tienen a sus hijos o esposos en el Cereso explicaron la difícil situación que es su vida y es que a decir de cada una de ellas dentro de la institución se sienten comprendidas aunque es claro que hay reglas y normas a respetarse y el personal está capacitado y es amable pero el verdadero verdugo es aquel que goza de su libertad porque son quienes discriminan o quieren hacer sentir menos a estas personas que tiene a su familiar recluido.

“Bien dicen, que los amigos se conocen en la cárcel y en el hospital”, aseguró una madre y luego abordó el autobús.

León, Gto.- “Lo más feo y pesado que puedes enfrentar aquí dentro, es dejar a tu hijo, ver su mirada triste y tener que decirle ya me voy la próxima semana te vengo a ver”, dijo una madre quien tiene a su hijo recluido en el Cereso de León.

Regularmente, los fines de semana acuden madres de familia a pasar de diez de la mañana a seis de la tarde con sus hijos o esposos, entran a un patio y ahí les llevan su comida favorita como lo son las enchiladas, chilaquiles o hasta pozole, también manifestaron que les han llevado frituras para botanear.

En la parada del camión ubicada en el Centro de Readaptación Social se encontraban estas mujeres que por seguridad no se escribirán sus nombres, pero eso sí, todas y cada una de ellas vestidas con colores claros para que las dejen ingresar al penitenciario a su visita.

Todas ellas salen luego de su encuentro con los ojos rojos y con la voz entrecortada, cada una de ellas sabe su propia historia y su propia verdad, pero por temor a ser juzgadas y señaladas por la sociedad prefieren guardar silencio.

Pero una que otra habló, por ejemplo, una mujer de entre 50 a 57 años de edad con mirada triste y sin ganas de arreglarse ni sonreir quien al mismo tiempo sostenía una bolsa de pet entre sus manos, platicó que sólo iba a solicitar su permiso de visita pero no pudo ingresar porque le faltaron documentos. La señora iba acompañada de una adolescente.

“Vengo por primera vez y no pude arreglar, aquí está dentro”, fueron sus únicas palabras y hubo un silencio por parte de todos los que estaban a su alrededor. Esperó calmarse y prosiguió: “No sé cómo está, me gustaría verlo”.

Una señora de aproximadamente 50 años externó que a un año de que su esposo esté en el Centro de Readaptación Social sus visitas son a través de los locutorios porque no se anima a pasar al patio donde se encuentran todos los demás reclusos y que solo con una especie de teléfono habla pero un vidrio los separa así es que no se pueden ni tocar.

“Tengo un año viniendo pero mi visita es por locutorios, todavía no me atrevo a pasar”, indicó.

Al cuestionar de el por qué aún no se atrevía a pasar, si acaso era de las habladurías que se dice, que se tienen que quitar la ropa y dejar tocar por un guardia de seguridad dijo que es algo más personal.

“No, en toda visita te revisan igual me dicen que me quite blusa, el panteón y hasta esto -señaló su pantaleta-, es normal porque no podemos usar cualquier ropa, es más ni zapato con agujetas podemos ingresar. Todos aquí nos conocemos y son muy amables. Nosotras ya sabemos que hacer”, afirmó la mujer.

Después de un rato, de un grupo de alrededor de 15 mujeres que se encontraban sólo había un señor de 70 años con vestimenta humilde y sombrero de paja que también llevaba una bolsa de pet, sólo escuchaba atento a lo que hablaba una y otra de las personas que estaban sentadas en la parada del autobús pero siempre con su mirada perdida hacía el piso.

Pasando el tiempo por fin llegó la Ruta A-04 la cual sale de la Estación Timoteo Lozano con dirección a la Central de Abastos, Fiscalía General de la Estado de Guanajuato Región A para llegar al Centro de Readaptación Social, para dar la vuelta y continuar con la misma dirección haciendo diversas paradas hasta llegar de nuevo al lugar donde inició.

Pero antes, las madres explicaron que usar esta ruta es un martirio ya que tarda hasta 45 minutos o más en pasar, sobre todo los fines de semana que las visitas son todo el día.

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Finalmente, las madres que tienen a sus hijos o esposos en el Cereso explicaron la difícil situación que es su vida y es que a decir de cada una de ellas dentro de la institución se sienten comprendidas aunque es claro que hay reglas y normas a respetarse y el personal está capacitado y es amable pero el verdadero verdugo es aquel que goza de su libertad porque son quienes discriminan o quieren hacer sentir menos a estas personas que tiene a su familiar recluido.

“Bien dicen, que los amigos se conocen en la cárcel y en el hospital”, aseguró una madre y luego abordó el autobús.

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