León, Gto.- José de Jesús Padilla lleva más de 16 años trabajando en el Palenque y su oficio se define como Monero, es decir, “es cuando agarra un gallo y lo saco para hacer enojar al gallo contrario”, explicó.
La misión de un monero es alebrestar un ave para que así den comienzo las peleas de gallos las cuales son una actividad donde contienden a muerte en un ruedo. El espectáculo inicia cuando dos gallos iguales son colocados en el redondel del Palenque rodeado de espectadores. Las apuestas se dan antes de la riña y continúan todo el tiempo.
“Chuy”, como es conocido, es de la colonia La Escondida y entró a trabajar una vez que un amigo de su misma colonia le consiguió el trabajo, pero una vez que finaliza la Feria Estatal de León se dedica a la albañilería.
EXPERIENCIAS BONITAS DENTRO DEL PALENQUE
Platicó que cuando estaba en el “Palenque viejito” conoció a Vicente Fernández quien le saludó de mano y tuvo la oportunidad de cruzar unas cuántas palabras con él.
“Una vez vino Vicente Fernadez y no pensé que me fuera a saludar y al final me saludó bien como cualquier persona así normal, fue una experiencia bonita, pero eso fue en el Palenque viejito que había antes”, indicó.
Él trabaja de 9:30 am a las 22:00 horas pero las peleas inician a partir de la una de la tarde a las seis luego cuenta con su tiempo de comida y posteriormente regresa a las peleas de compromiso.
CURA GALLOS
“Chuy” también aprendió a curar los gallos y es que cuando quedan con vida se los lleva a su casa donde los cura y después los deja en su casa. Otro de sus pensamientos es formar parte del grupo de baile San Miguel Jenny Atilano.
TRADICIÓN
El barrio de abajo, como se le decía inicialmente a San Juan de Dios de ser tierras de labranza y cría de ganado se convirtió en casa de talleres rebozos así es como se describe en el libro Del Hospital AL Barrio. 400 años de San Juan de Dios , escrito por Carlos Arturo Navarro Valtierra.
En el mismo libro describe que el Barrios de San Juan de Dios fue criadero de gallos de pelea, motivo de preocupación, orgullo y dedicación durante generaciones.
“Después de sus rutinas de entrenamiento eran pastoreados por sus criadores por las calles del Barri, orgullosos de lucir los animales más finos. En sus casa tenían jaulas y compartimentos hasta para 150 aves. La más notable concentración de gallos era en la calle Guillermo Prieto”, describe el libro.