El tiempo de cuaresma es de oración y reflexión, de hacer la voluntad en Cristo, que con su luz ilumina la vida de la humanidad y la saca de las tinieblas,comentó el Arzobispo de la Diócesis de León, Alfonso Cortés Contreras.
Dijo que la luz expresa vida, fortaleza, seguridad, Dios es la luz que vino a iluminar las personas, por esa razón el cirio debe presidir todas las eucaristías porque es Cristo, el día del bautismo se le entrega a los padres y padrinos, al igual que cuando se celebra la resurrección.
Mencionó que las cuatro semanas de cuaresma son una escuela y cada domingo se recuerda que se necesita la luz de Cristo, conocerlo así como su humanidad y divinidad.
Precisó que en la vida de Dios hubo dos momentos que expresan toda su divinidad y humanidad, el día de su bautismo y su transfiguración en el Monte Tabor, ambos manifestación de su persona y su misión en el mundo.
“En realidad significa renovar el bautismo, la profesión de fe, el principio y el fin, eso se proclama al terminar la cuaresma en el día de la resurrección. La fe debe iluminar nuestra vida, hoy tenemos tinieblas y confusión, cuando no hay luz cuando no vemos claro hay confusión, de tal manera que debemos pedirle al ser que nos ayude con la luz del Espíritu Santo a saber ¿quiénes somos?, ¿para qué vivimos?, ¿cuál es el sentido de nuestra fe?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿tenemos a Dios en nuestro corazón? y si ¿actúas como hijo de Dios”, explicó.
Cortés Contreras explicó que Cristo le pidió a Juan el bautista que lo bautizara sin necesitarlo para dar testimonio de que había buenas nuevas, unió el nuevo y el antiguo testamentos, y descendió el Espíritu Santo en forma de paloma.
Después durante 40 días se fue al desierto a orar, regresó a una sinagoga para leer un texto del profeta Isaias, en el que se indicaba que el Espíritu del Señor estaba sobre él para anunciar la buena nueva, consolar a los pobres y agradecer a Dios.
El Arzobispo destacó que otra de las escenas más representativas fue que a unos días de ser crucificado, en el monte Tabor, Jesús iba con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan, quienes también lo acompañaron al pie de la cruz y además fueron testigos de su resurrección.
De acuerdo con el evangelio, mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de esplendor: Moisés y Elías, quienes hablaban de la muerte que le esperaba en Jerusalén.
Una nube los envolvió y los discípulos tuvieron miedo, pero Cristo manifestó su divinidad y de la nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Las nubes son simbolismo de la fuerza y transformación, de tal manera que Cristo bajó lleno de paz y fuerza espiritual a dar la vida por la humanidad.
Ambas manifestaciones tienen su plenitud en la cruz, donde se deja ver el santo, el fuerte y el Dios inmortal, y de luz gloriosa durante su resurrección.
San Pablo dice que hay cristianops para quienes Dios no existe y viven como paganos,”que nos les pase a los bautizados que han recibido la luz de Cristo y viven en las tinieblas”, advirtió.
Finalmente dijo que cuando la poesía es verdadera expresa toda la fuerza, la luz y la alegría del ser humano en lo espiritual y lo trascendente, porque cuando se lee algo que alimenta el espíritu, la persona llena su vida de futuro y esperanza.