Acompañado de su mono de peluche llamado Toñito, Héctor Gallardo uno de los dos organilleros (padre e hijo) que laboran en León ha sabido buscar preservar con su trabajo un oficio ‘muy noble y bonito’ como el define el de organillero. Todos los días toca su instrumento en diversos puntos de la zona peatonal buscando una moneda que le permita sacar adelante a su familia.
Vestido en color caqui y con una sonrisa de oreja a oreja, el organillero gana el sustento tocando su instrumento que fue heredado por su padre y perteneció a su abuelo don Pilar García. “Mi abuelo le heredó el instrumento a mi papá y mi papá a mí porque a ninguno de mis hermanos les gustó”.
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Héctor tiene 40 años como músico callejero y define su oficio como arte y tradición, dice estar orgulloso de formar parte de una familia de organilleros.
La historia del changuito Toñito
Toñito está en representación de un mono de verdad que acompañaba a su abuelo vestido con boina y trajecito que estaba entrenado para recolectar dinero.
Siempre agoniza pero nunca muere
Un oficio en riesgo de desaparecer
El oficio de organillero se ha resiste a desaparecer, Héctor que heredó la profesión y con ello conlleva el mantenimiento de su instrumento musical de los cuales ya solo quedan unos cuantos funcionales y en buenas condiciones en ciudades del País
El alto costo del órgano musical y la ausencia de expertos hace más complicado el escenario de quienes tocan el instrumento musical, además que su servicio “es muy costoso tengo que ir hasta la Ciudad de México y gasto en transporte y hasta más de una semana en hospedaje”.
Sin embargo, esto no lo detiene para salir todos los días y ganarse la vida.
En relación a sus ganancias, dijo que al día se lleva aproximadamente 200 pesos y los fines de semana le va mejor, finalizó Héctor Gallardo.