“Era un gran ser humano, daba buenos consejos y siempre veía por nosotros”. Decía las personas que acudieron al Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús al darle el último adiós del padre J. Jesús Salazar Álvarez.
El templo lució lleno para despedir al padre “Chuchín”, aquel hombre humilde que saludaba a la gente y con el don que Dios le dio para aconsejar, orientaba a niños, jóvenes y adultos quienes se acercaban cuando tenían necesidad de platicar.
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“Era como escuchar al mismo Cristo, él fue tan buena persona que todos los que lo conocimos estamos presentes para decirle: padre, no es un adiós, sino un hasta luego”, comentó Efrén Zúñiga.
El arzobispo Alfonso Cortés, durante la misa expresó que cuando el padre J. Jesús Salazar Álvarez recibió el espíritu santo, lo hizo de una forma sencilla pero radiante y lo untó de sabiduría, fortaleza y paz para poder hablar y dar testimonio de que Jesucristo es el señor; se acercó a la eucaristía y comió el pan que lo hizo llegar el día de ayer - 11 de diciembre- al reino.
Recordó que lo conoció en Roma cuando era estudiante. “Éramos compañeros de estudio, él vivió como hasta el día de ayer el ministerio sacerdotal, él le dedicó la vida a esa liturgia santa que el señor le hizo el día de su consagración”, dijo monseñor Contreras.
“Dios lo consagró como el rey, como el profeta, como el sacerdote santo para su misterio, el misterio de la salvación y el ministerio del pueblo de Dios”, añadió.
Al finalizar la misa, los católicos lo despidieron con aplausos, luego por el pasillo seis padres tomaron el ataúd y caminaron por el pasillo principal entre el palmoteo y sollozos.
Una vez que el féretro llegó a la carroza fúnebre, las personas se reunieron alrededor para cantarle una canción. Ahí las personas llegaron y tocaron la caja de madera.
Algunas personas lloraron mientras le decían “nunca lo voy a olvidar” y otras colocaban medallitas, rosarios, escapularios, aretes, se persignaba y se retiraban.
¡Qué viva el padre Chuchín!
Ya que el personal de la funeraria estaba a punto de partir con el cuerpo del sacerdote, las personas por último en una sola voz gritaban “¡Qué viva el padre Chuchín!” y finalmente con aplausos vieron como partía.
El padre J. Jesús Salazar Álvarez, fue incinerado y colocado en el Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús.
El padre J. Jesús Salazar Álvarez, nació en San Luis de la Paz, en 1938. Se ordenó como sacerdote en el año 1968 y siguió sus estudios en Roma, donde se graduó del doctorado en Liturgia.
Ingresó al seminario a los 14 años, después de 16 años de estudios se ordenó. Era un gran devoto de Santa María de Guadalupe, su tesis doctoral fue sobre su culto. Los últimos años permaneció en el Templo Expiatorio, donde celebraba misa periódicamente.