León, Gto.- El camino a San Juan de los Lagos, está lleno de fe, devoción y también experiencias paranormales, que acompañan a los peregrinos a lo largo de todo el camino, no importa si entre cerros, en la carretera, al inicio de la caminata o al finalizar.
Adultos mayores con un morral o caja, mujeres embarazadas o con niños de brazos y hasta pequeños caminando solos en el camino, es parte de lo que se encuentran los sanjuaneros en todo su trayecto hasta llegar a la Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos.
La razón más certera, es que estas ánimas fueron personas que por otra razón murieron y en su paso por la vida terrenal ya no alcanzaron a llegar hasta los pies de la virgen, por lo que buscan, con ayuda de los vivos cumplir su manda.
Se esconden entre los árboles, las piedras de gran tamaño y los arbustos. “A veces, cuando nos ven pasar, se nos trepan y es hasta que llegamos a la entrada del templo, que sentimos que la ligereza vuelve al cuerpo'', comentó Teresa, quien cada año, acude a visitar a la virgen, pero solo una vez ha sentido esa “carga”.
El morral o la caja
Esta es una de las anécdotas más contadas por los peregrinos, a Julia Ramos, vecina del Barrio de San Miguel, le pasó y compartió su historia.
Desde los 10 años yo iba, con mis papás y hermanos, nos íbamos toda la familia. Una vez, cuando yo tenía 21 años, no pudieron acompañarme y me animé a irme sola, entre comillas porque con toda la gente que va pues en realidad nunca vas solo.
“Cuando iba por la Mesa, vi a una señora ya de edad, sentada en una piedra y con una botella de agua, recuerdo que la botella era azul, era una cantimplora redonda de las que se usaban en aquellos tiempos y se colgaban en el cuello y cuando llegue a la Puerta del Llano, volví a ver a esa mujer, sentada en otra piedra”.
A Julia, quien ahora vende quesadillas afuera de su vivienda, se le hizo raro verla, pues debido a su edad, la señora no debería caminar tan rápido y recordó que no la había visto que la alcanzara y mucho menos que la rebasara.
“Pase junto a la señora, la volteé a ver y ella estaba agachada, la recuerdo muy bien por la cantimplora y porque vestía una falda negra, un babero (mandil) morado y de flores, traía un suéter amarillo y calcetas grises, además de unos zapatos negros muy desgastados”. Cuenta Julia.
“Esa era ropa muy inadecuada para la caminata, no puedes ir así, es ropa muy incómoda, tanto para caminar como para el frío. Camine como dos metros y me habló, me dijo muchacha, ayúdame con esta bolsa y camino detrás de mí, accedí porque era una persona mayor, y varios metros la vi que iba caminando atrás de mi, luego la perdí de vista y dije, allá la veo en el templo”.
Mientras preparaba quesadillas en su puesto, negándose a ser fotografiada, Julia, quien ahora tiene 60 años, cuenta que llegó a San Juan y por más que la busco, no la encontró. Le dijo a uno de los sacerdotes lo que había ocurrido y decidieron abrir el morral.
“Cuando le conté al padre, se me quedó viendo y me dio una palmada en la espalda, abrimos la caja y eran restos, puros huesos, solo me dijo que oficiará una misa en su nombre y él se encargaría de sepultar los restos, para que ella descansara. Años después a uno de mis primos le pasó lo mismo, igual, solo que a él, un señor le dio una caja de cartón pequeña”. Finalizó
La mujer de piedra
Otra de las historias relevantes, es el de una mujer que llevaba a su hijo en brazos y de quien se dice iba renegando. La señora Ofelia de 97 años, vecina de San Pedro de los Hernández, relata que su madre le contó esta historia.
“Era una señora, que no podía tener hijos, hasta que un día pudo tenerlos y su esposo le dijo que eso se lo debían a la virgen de San Juan, pues él le había pedido mucho para tener familia, por lo que irían a pagar la manda caminando”.
La mujer, renegó pues ella no quería ir. Iba maldiciendo, diciendo que ella no debía nada, estaba muy enojada y su marido prefirió adelantarse. Luego de un trayecto, se sentó bajo la sombra de un árbol y ahí, por castigo se convirtió en piedra.
La leyenda cuenta que cada año, los peregrinos la ayudan a rodar un tramo, hasta que llega a San Juan. Las personas comentan que esta historia se hizo más creíble, porque en la Puerta del Llano, hay una piedra que se asemeja a una mujer.
En Jalpa de Cánovas, en el municipio de Purísima del Rincón, en el camino a la Presa de Santa Efigenia, también se encuentra una piedra parecida. Ahí la tradición es que las personas coloquen una piedra encima. Algunos de los pobladores, han escuchado en voz de los sanjuaneros que oyen lamentos e incluso, la piedra se mueve algunos milímetros.
“El ciego y la virgen”
Cuentan también, que un hombre era muy rico, pero en un accidente quedó ciego. El hombre desesperado por volver a ver le pidió a la virgen que le regresara la vista y a cambio le daría tres monedas de oro.
Un día, amaneció y aquel hombre acaudalado, se dio cuenta que nuevamente podía ver, llevó al templo esas tres monedas y después comenzó a hacer sus actividades de manera normal, un día se encontró con un amigo, quien le preguntó cómo se había curado.
Con una risa burlesca le contó: “La virgen de San Juan es muy interesada, le pedí que me regresara la vista y a cambio, le daba tres monedas y así fue, sino le hubiera ofrecido dinero no me hubiera curado”.
Relata la gente que vivió de cerca esta historia, que al día siguiente, el hombre amaneció ciego y con las tres monedas sobre la mesa.