Zoé regresó a los escenarios. Esta vez, cinco años después de su disco antecesor, la banda mexicana ofreció un colorido show para presentar Aztlán, el sexto material en su carrera.
Venus, Azul y No hay mal que dure, fueron los temas provenientes de este disco que abrieron la noche que destacó por la energía del público que desgarró sus gargantas desde el primer acorde.
Casi inmóviles e inexpresivos, la banda dio la bienvenida a la euforia de los 10 mil asistentes que agotaron la primera de tres fechas en este recinto. “Muchísimas gracias y muy buenas noches Ciudad de México. Nos emociona ver este lugar lleno de fans de familia”, dijo León Larregui infundado en un colorido poncho y unos lentes de pasta antes de seguir la noche con Últimos días, Nada y Al final.
Tres pantallas en la parte superior del escenario formaban una pirámide invertida a través de la que se proyectaban juegos visuales que acompañaron el ritmo de Andromeda, Paula y Arrullo de estrellas, con las que la banda recorrió sus más de 15 años de carrera musical.
Aunque temas como Hielo o Temor y temblor animaron al público, lo cierto es que las clásicas Vía Láctea, Reptilectric y No me destruyas fueron las que mayor clamor causaron, pues fueron respondidas con las pocas palabras y los muchos agradecimientos que la banda ofreció. Por dos horas, Zoé llevó a sus fans a un viaje musical que desembocó con Soné y Love, con las que cerraron el primero de tres conciertos agotados en el Coloso de Reforma.