/ domingo 10 de septiembre de 2023

El true crime engancha al espectador: expertos analizan las razones

Las series y documentales sobre crímenes reales son el género favorito del público, incluso en podcast; expertos analizan por qué

Llegar a casa después de una jornada larga de trabajo, y "relajarse" frente al televisor viendo una serie o algún documental sobre crimen real, parece ser el ritual favorito de las audiencias de hoy en día, quienes con su preferencia han dado pie a un apogeo de producciones de true crime, que ha inundado la pantalla en los últimos años.

“Hay un atractivo natural que sentimos hacia figuras transgresoras, al final todos los delincuentes son personas que cruzan barreras impuestas por la ley, la moral, la religión”, explicó Roberto Coria, investigador en literatura y cine policial y de horror.

El experto, quien es autor del libro Escribir el crimen, una guía para dar verosimilitud a un relato policial, agregó que “lo más prohibido es lo más deseado, de alguna manera es una suerte de proyección. Ellos se atreven a hacer cosas que nosotros no hacemos, de manera consciente”.

Títulos como Dhamer, El estafador de Tinder, Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil, Historia de un crimen: Colosio, El show: crónica de un asesinato, Rey tigre, La dama del silencio: el caso de la Mataviejitas, o La narcosatánica, se han colocado como lo más visto en sus respectivas plataformas.

Otras franquicias como CSI y La ley y el orden (cuyo spin-off Unidad de víctimas especiales es la serie más longeva del horario prime time, con un total de 21 temporadas) también han fomentado este gusto desde la pantalla de televisión, al estar inspiradas en casos reales.

El psicólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Miguel Ángel Medina, comentó que a través de estos contenidos, los espectadores “buscan conocer el propósito de esa violencia, y así tener oportunidades de entender cómo funciona la mente de un asesino”.

“También buscan desahogar cierto estrés a través de la segregación de adrenalina y noradrenalina, liberar por medio de la ficción ciertos instintos reprimidos, muy violentos y de muerte, pero que no lo hacen en la realidad porque están reprimidos por las leyes sociales, morales, religiosas y jurídicas”.

Asimismo, se han lanzado podcast como Leyendas legendarias, Salí de una secta, Asesinamente y Archivos secretos de policía, en los cuales se abordan temas de crimen real. Este último pertenece al periódico La Prensa, que también publica cada viernes en sus páginas casos de nota roja documentados por el diario a lo largo de los años.

Los crímenes de Teresa Landa, La Miss México asesina; del rey de la estafa Enrico Sampietro; Bob El gigante asesino, la asesina de sus propios hijos, Evangelina Tejera Bosada; así como los episodios conocidos como La casa del horror, la historia de Álvaro Bouchan, el chacal de La malinche y la vida y muerte de Lucio Cabañas, son algunos de los casos que están documentados en el podcast, que cuenta con más de dos mil seguidores en Facebook.

NORMALIZACIÓN DEL DOLOR

Éste no es un género reciente, los primeros registros de crímenes datan desde el siglo XIX, cuando se difundían en panfletos las noticias sobre asesinatos y delitos violentos, dando pie al surgimiento de la llamada nota roja en el periodismo.

El periodista y escritor británico, Thomas de Quincey, fue uno de los primeros en escribir sobre el tema, en un ensayo titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes, publicado en 1827.

En dicho texto, refiere que “tan pronto como una nueva atrocidad de este género es anunciada por los anales de la policía europea, la sociedad se reúne para hacer la crítica, como lo haría a propósito de un cuadro, de una estatua o cualquier otra obra de arte”.

Humberto Huerta, ex reportero del periódico La Prensa (perteneciente a esta organización editorial), explicó en entrevista con El Sol de México que la nota roja también es una forma de hacer apología del delito, pues retrata sin censura los hechos, aunque hoy en día ante tanta violencia, ya es algo normalizado.

“Ya no se hace tanto, porque no se siguen los casos, hay tantos casos y tantos muertos que se pierden. Si te agarras, por ejemplo, el caso de los 43 (los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa en 2014), y le preguntas a la gente, ya no se acuerdan. Pregúntale a reporteros, y ya no saben bien”, comenta.

Humberto Huerta recuerda que en los años 80 había dos secciones básicas en los diarios: Deportes y Nota roja. En aquel entonces, el periódico Esto llegaba a tirar entre 750 mil y 900 mil ejemplares, mientras que La Prensa tenía un tiraje de 750 mil periódicos al día.

Por ello considera que desde ese entonces la fascinación de los mexicanos por el true crime se ha hecho presente, sin embargo, lamenta que hoy día se vea como algo tan cotidiano, y se esté perdiendo la capacidad de asombro.

En su opinión, “fue a partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando se deshumanizó todo. Cuando salen los narcosatánicos (caso que él reportó, y quedó plasmado en la docuserie de HBO, La narcosatánica), y luego con lo que hizo Calderón. Ahí se volvió normal, fue un regadero de sangre por todos lados”.

Aunado a ello, el rol de las familias y la cercanía que los cárteles han tenido con los menores de edad, han fomentado la poca sensibilidad en torno a estos temas, señala el periodista.

“La educación no se da en la escuela, ahí vas a obtener enseñanza, pero la educación es en casa. Entonces el narco empieza a contratar niños, uno, porque son más dóciles, y dos, porque salen más rápido de la cárcel”.

¿CRIMINALES O HÉROES?

En 2022 Netflix lanzó una serie biográfica sobre el asesino serial Jeffrey Dhamer, la cual según datos de la plataforma superó mil millones de horas vistas, y despertó entre el público una fascinación por el criminal, incluso provocando que sus atuendos fueran disfraces de Halloween.

Esto generó críticas entre los familiares de las víctimas, y despertó preocupación entre la sociedad debido a que sus nuevos admiradores parecían haber perdido de vista que se trataba de un convicto (fue encontrado culpable de 15 asesinatos, y sentenciado a 15 cadenas perpetuas, equivalentes a 941 años en prisión).

El investigador Roberto Coria advirtió que “no se debe perder de vista que estas personas son criminales, es cosa juzgada, son personas que ya fueron sometidas a un proceso judicial, tuvieron una defensa. No estamos hablando de presuntos responsables, sino de culpables. Es fácil que este tipo de conductas transgresoras sean consideradas algo heroico o atractivo”.

Uno de los elementos presentes en este tipo de proyectos son las imágenes de las víctimas, y los detalles sórdidos de los crímenes que sufrieron. De acuerdo con el psicólogo Miguel Medina, revivir estos episodios a través de la pantalla, puede provocar daños psicológicos en los afectados.

“Se pueden tener episodios de pánico, que a su vez lleven a trastornos del sueño o de alimentación”, explica. “No quieren socializar, prefieren aislarse, tener delirios de persecución y, en casos extremos, provocar un brote psicótico”.

En enero de este año, el actor Evan Peters fue reconocido con un Globo de Oro por su papel de Jeffrey Dhamer, hecho que provocó nuevamente la indignación entre los familiares de los afectados.

"Es una vergüenza que la gente pueda utilizar nuestra tragedia y hacer dinero. Las víctimas nunca vieron ni un centavo. Pasamos por estas emociones todos los días", declaró Shirley Hughes (madre del joven Tony Hughes, asesinado en 1991) al medio estadounidense TMZ.

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Roberto Coria advirtió que al presentar imágenes de una persona sin vida, automáticamente se vuelve a victimizar al finado y a sus seres queridos, por lo que asegura que este tipo de temas se deben manejar con mucho tacto.

“El concepto de víctima no sólo es aplicable a la persona que murió, sino también a todos sus deudos. Una víctima de homicidio tiene padres, posiblemente tenga hijos, tiene amigos. El crimen deja cicatrices en todo lo que toca, una situación de este tipo crea un montón de víctimas, no sólo quien haya perdido la vida”, finalizó.

Llegar a casa después de una jornada larga de trabajo, y "relajarse" frente al televisor viendo una serie o algún documental sobre crimen real, parece ser el ritual favorito de las audiencias de hoy en día, quienes con su preferencia han dado pie a un apogeo de producciones de true crime, que ha inundado la pantalla en los últimos años.

“Hay un atractivo natural que sentimos hacia figuras transgresoras, al final todos los delincuentes son personas que cruzan barreras impuestas por la ley, la moral, la religión”, explicó Roberto Coria, investigador en literatura y cine policial y de horror.

El experto, quien es autor del libro Escribir el crimen, una guía para dar verosimilitud a un relato policial, agregó que “lo más prohibido es lo más deseado, de alguna manera es una suerte de proyección. Ellos se atreven a hacer cosas que nosotros no hacemos, de manera consciente”.

Títulos como Dhamer, El estafador de Tinder, Escena del crimen: Desaparición en el Hotel Cecil, Historia de un crimen: Colosio, El show: crónica de un asesinato, Rey tigre, La dama del silencio: el caso de la Mataviejitas, o La narcosatánica, se han colocado como lo más visto en sus respectivas plataformas.

Otras franquicias como CSI y La ley y el orden (cuyo spin-off Unidad de víctimas especiales es la serie más longeva del horario prime time, con un total de 21 temporadas) también han fomentado este gusto desde la pantalla de televisión, al estar inspiradas en casos reales.

El psicólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México, Miguel Ángel Medina, comentó que a través de estos contenidos, los espectadores “buscan conocer el propósito de esa violencia, y así tener oportunidades de entender cómo funciona la mente de un asesino”.

“También buscan desahogar cierto estrés a través de la segregación de adrenalina y noradrenalina, liberar por medio de la ficción ciertos instintos reprimidos, muy violentos y de muerte, pero que no lo hacen en la realidad porque están reprimidos por las leyes sociales, morales, religiosas y jurídicas”.

Asimismo, se han lanzado podcast como Leyendas legendarias, Salí de una secta, Asesinamente y Archivos secretos de policía, en los cuales se abordan temas de crimen real. Este último pertenece al periódico La Prensa, que también publica cada viernes en sus páginas casos de nota roja documentados por el diario a lo largo de los años.

Los crímenes de Teresa Landa, La Miss México asesina; del rey de la estafa Enrico Sampietro; Bob El gigante asesino, la asesina de sus propios hijos, Evangelina Tejera Bosada; así como los episodios conocidos como La casa del horror, la historia de Álvaro Bouchan, el chacal de La malinche y la vida y muerte de Lucio Cabañas, son algunos de los casos que están documentados en el podcast, que cuenta con más de dos mil seguidores en Facebook.

NORMALIZACIÓN DEL DOLOR

Éste no es un género reciente, los primeros registros de crímenes datan desde el siglo XIX, cuando se difundían en panfletos las noticias sobre asesinatos y delitos violentos, dando pie al surgimiento de la llamada nota roja en el periodismo.

El periodista y escritor británico, Thomas de Quincey, fue uno de los primeros en escribir sobre el tema, en un ensayo titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes, publicado en 1827.

En dicho texto, refiere que “tan pronto como una nueva atrocidad de este género es anunciada por los anales de la policía europea, la sociedad se reúne para hacer la crítica, como lo haría a propósito de un cuadro, de una estatua o cualquier otra obra de arte”.

Humberto Huerta, ex reportero del periódico La Prensa (perteneciente a esta organización editorial), explicó en entrevista con El Sol de México que la nota roja también es una forma de hacer apología del delito, pues retrata sin censura los hechos, aunque hoy en día ante tanta violencia, ya es algo normalizado.

“Ya no se hace tanto, porque no se siguen los casos, hay tantos casos y tantos muertos que se pierden. Si te agarras, por ejemplo, el caso de los 43 (los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa en 2014), y le preguntas a la gente, ya no se acuerdan. Pregúntale a reporteros, y ya no saben bien”, comenta.

Humberto Huerta recuerda que en los años 80 había dos secciones básicas en los diarios: Deportes y Nota roja. En aquel entonces, el periódico Esto llegaba a tirar entre 750 mil y 900 mil ejemplares, mientras que La Prensa tenía un tiraje de 750 mil periódicos al día.

Por ello considera que desde ese entonces la fascinación de los mexicanos por el true crime se ha hecho presente, sin embargo, lamenta que hoy día se vea como algo tan cotidiano, y se esté perdiendo la capacidad de asombro.

En su opinión, “fue a partir del sexenio de Carlos Salinas de Gortari cuando se deshumanizó todo. Cuando salen los narcosatánicos (caso que él reportó, y quedó plasmado en la docuserie de HBO, La narcosatánica), y luego con lo que hizo Calderón. Ahí se volvió normal, fue un regadero de sangre por todos lados”.

Aunado a ello, el rol de las familias y la cercanía que los cárteles han tenido con los menores de edad, han fomentado la poca sensibilidad en torno a estos temas, señala el periodista.

“La educación no se da en la escuela, ahí vas a obtener enseñanza, pero la educación es en casa. Entonces el narco empieza a contratar niños, uno, porque son más dóciles, y dos, porque salen más rápido de la cárcel”.

¿CRIMINALES O HÉROES?

En 2022 Netflix lanzó una serie biográfica sobre el asesino serial Jeffrey Dhamer, la cual según datos de la plataforma superó mil millones de horas vistas, y despertó entre el público una fascinación por el criminal, incluso provocando que sus atuendos fueran disfraces de Halloween.

Esto generó críticas entre los familiares de las víctimas, y despertó preocupación entre la sociedad debido a que sus nuevos admiradores parecían haber perdido de vista que se trataba de un convicto (fue encontrado culpable de 15 asesinatos, y sentenciado a 15 cadenas perpetuas, equivalentes a 941 años en prisión).

El investigador Roberto Coria advirtió que “no se debe perder de vista que estas personas son criminales, es cosa juzgada, son personas que ya fueron sometidas a un proceso judicial, tuvieron una defensa. No estamos hablando de presuntos responsables, sino de culpables. Es fácil que este tipo de conductas transgresoras sean consideradas algo heroico o atractivo”.

Uno de los elementos presentes en este tipo de proyectos son las imágenes de las víctimas, y los detalles sórdidos de los crímenes que sufrieron. De acuerdo con el psicólogo Miguel Medina, revivir estos episodios a través de la pantalla, puede provocar daños psicológicos en los afectados.

“Se pueden tener episodios de pánico, que a su vez lleven a trastornos del sueño o de alimentación”, explica. “No quieren socializar, prefieren aislarse, tener delirios de persecución y, en casos extremos, provocar un brote psicótico”.

En enero de este año, el actor Evan Peters fue reconocido con un Globo de Oro por su papel de Jeffrey Dhamer, hecho que provocó nuevamente la indignación entre los familiares de los afectados.

"Es una vergüenza que la gente pueda utilizar nuestra tragedia y hacer dinero. Las víctimas nunca vieron ni un centavo. Pasamos por estas emociones todos los días", declaró Shirley Hughes (madre del joven Tony Hughes, asesinado en 1991) al medio estadounidense TMZ.

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Roberto Coria advirtió que al presentar imágenes de una persona sin vida, automáticamente se vuelve a victimizar al finado y a sus seres queridos, por lo que asegura que este tipo de temas se deben manejar con mucho tacto.

“El concepto de víctima no sólo es aplicable a la persona que murió, sino también a todos sus deudos. Una víctima de homicidio tiene padres, posiblemente tenga hijos, tiene amigos. El crimen deja cicatrices en todo lo que toca, una situación de este tipo crea un montón de víctimas, no sólo quien haya perdido la vida”, finalizó.

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