A partir de su reputación progresista y de transformación al status quo, los millennial también han modificado las costumbres y prácticas religiosas con las que crecieron.
De acuerdo con el Pew Research Center, cuatro de cada 10 millennial en Estados Unidos declaran no tener afiliación religiosa. Esta encuesta arroja un dato aún más relevante: existe la misma posibilidad de que un adulto entre 23 y 38 años, diga que no tiene religión, a que se declare cristiano en dicho país.
Además de revelar una transformación dramática en la práctica religiosa en comparación al siglo XX, estos datos nos obligan a reflexionar sobre las próximas generaciones. Basados en ese rango de edad, se puede asumir que muchos millennial ya son padres de familia y tienen la responsabilidad de formar a los ciudadanos del futuro. ¿Será relevante la religión en ese proceso de crianza?
De acuerdo con información del INEGI, las bodas en México se han reducido dramáticamente del año 2000 a la fecha, mientras que los divorcios han visto un fenómeno totalmente contrario. En el 2000 se registraron 707,222 matrimonios, mientras que, en 2018, el número cayó a 501,298. Por su parte, los divorcios se incrementaron: de 52,358 a 156,556 en el mismo intervalo.
¿Qué nos dicen estas cifras sobre la formación religiosa de los millennial? En primer lugar, podemos intuir que al no haber una unión oficial de por medio, el camino tradicional de bautizo, primera comunión, confirmación y matrimonio, se va truncando en la religión católica, la cual cuenta con mayoría de adeptos en México (INEGI).
En segunda instancia, estamos ante el surgimiento de familias con tendencias ajenas a la religión organizada. Mientras que la mayoría de los millennial creció asistiendo a los templos, envueltos en las prácticas y celebraciones propias de la iglesia y la familia, hoy existe un amplio sector de la niñez que desarrollará sus actividades sociales al margen de la religión.
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