/ viernes 20 de abril de 2018

El Estadio Azul, inmueble que este sábado cierra sus puertas al futbol

Un estadio Azul, que abrió sus puertas un 6 de octubre de 1946 para albergar partidos de futbol americano

La luz está a punto de apagarse definitivamente.

Un estadio Azul, que abrió sus puertas un 6 de octubre de 1946 para albergar partidos de futbol americano y en el soccer fue el deporte que prevaleció la mayor parte de su existencia, está a punto de decir adiós. De terminar con su historia.

En él, Julián Samudio tuvo trabajo durante más de 50 años en los que cosechó sus más grandes amistades.

“Nosotros vamos de salida, nosotros ya acabamos, ahora van los jóvenes, los nuevos”, dice Julián, vendedor de cervezas, previo a uno de sus últimos partidos.

Llegó a trabajar al inmueble cuando tenía 32 años y desde entonces no ha faltado a un solo partido.

“Acabado de las rodillas, que ya no podemos subir, eso fue lo que nos agotó ya”, dice entre risas al ser cuestionado sobre lo que perderá tras la demolición.

Y es que en medio siglo ha visto pasar diferentes generaciones, con costumbres totalmente distintas.

“Cuando toman se pone loca y cuando no toman pues están muriéndose de sed”, bromea.

“Era otra afición. Ahora ya no toman como la gente de antes, hasta la cerveza era más barata”, recuerda.

A pesar de que ha pasado la mayor parte de su vida en las gradas del coloso, nunca ha visto un partido. Sin embargo, eso no le impide sentir nostalgia al saber que ya no existirá.

“Yo no soy de irle a un equipo, yo soy compartido, gane el que gane. A mí me conviene que entre gente porque vengo a trabajar, no a ver”, cuenta.

Ésta es una de las tantas historias que se irán junto con el estadio, uno que nunca pudo ver a un equipo campeón. Y es que a pesar de que fue escenario de 27 finales, en ninguna de ellas el título se quedó ahí.

Eso lo tiene muy presente la afición cementera, que con su equipo perdió en tres ocasiones.

Los rostros de frustración, el llanto y los lamentos se convirtieron en pan de cada 15 días, que esperan terminen con la migración al Azteca, donde lo consiguieron todo.

Jugadas del rival que terminaron en grandes goles y algunas otras que por la suerte le daban el título al contrincante, como el gol de Glaría en la final contra Pachuca en el Invierno 99, serán partidos que quedarán tatuados en el aficionado celeste.

Si bien no sólo fue casa de Cruz Azul, pues Necaxa, América y Atlante también jugaron ahí, fueron los celestes los que lo hicieron suyo en los últimos años.

Dicen que la de Cruz Azul es la afición más fiel y en cada partido lo demostraron porque aunque su equipo iba a abajo, su corazón siempre estaba arriba.

Quizá la idea de mudarse a la casa de su rival no les encanta, pero es un inmueble en el que como lo hicieron en la década de los 70, otra vez tendrán que hacer lo suyo.

La tan conocida Ciudad de los Deportes dejará de ser eso y dará espacio a una plaza comercial que terminará con jugadas históricas, con una cancha que presenció la magia de Lionel Messi, Ronaldinho, Iker Casillas, Romario, Martín Palermo, Diego Forlán y el mismo Maradona o que recibió el primer juego de la NFL en México, cuando en 1978 vinieron las Águilas de Filadelfia y los Santos de Nueva Orleans.

A cambio, conservará en sus muros los gritos ahogados de gol, esas ganas de dar una vuelta olímpica y de decir “somos campeones”. El adiós está cerca de llegar al inmueble.

La luz está a punto de apagarse definitivamente.

Un estadio Azul, que abrió sus puertas un 6 de octubre de 1946 para albergar partidos de futbol americano y en el soccer fue el deporte que prevaleció la mayor parte de su existencia, está a punto de decir adiós. De terminar con su historia.

En él, Julián Samudio tuvo trabajo durante más de 50 años en los que cosechó sus más grandes amistades.

“Nosotros vamos de salida, nosotros ya acabamos, ahora van los jóvenes, los nuevos”, dice Julián, vendedor de cervezas, previo a uno de sus últimos partidos.

Llegó a trabajar al inmueble cuando tenía 32 años y desde entonces no ha faltado a un solo partido.

“Acabado de las rodillas, que ya no podemos subir, eso fue lo que nos agotó ya”, dice entre risas al ser cuestionado sobre lo que perderá tras la demolición.

Y es que en medio siglo ha visto pasar diferentes generaciones, con costumbres totalmente distintas.

“Cuando toman se pone loca y cuando no toman pues están muriéndose de sed”, bromea.

“Era otra afición. Ahora ya no toman como la gente de antes, hasta la cerveza era más barata”, recuerda.

A pesar de que ha pasado la mayor parte de su vida en las gradas del coloso, nunca ha visto un partido. Sin embargo, eso no le impide sentir nostalgia al saber que ya no existirá.

“Yo no soy de irle a un equipo, yo soy compartido, gane el que gane. A mí me conviene que entre gente porque vengo a trabajar, no a ver”, cuenta.

Ésta es una de las tantas historias que se irán junto con el estadio, uno que nunca pudo ver a un equipo campeón. Y es que a pesar de que fue escenario de 27 finales, en ninguna de ellas el título se quedó ahí.

Eso lo tiene muy presente la afición cementera, que con su equipo perdió en tres ocasiones.

Los rostros de frustración, el llanto y los lamentos se convirtieron en pan de cada 15 días, que esperan terminen con la migración al Azteca, donde lo consiguieron todo.

Jugadas del rival que terminaron en grandes goles y algunas otras que por la suerte le daban el título al contrincante, como el gol de Glaría en la final contra Pachuca en el Invierno 99, serán partidos que quedarán tatuados en el aficionado celeste.

Si bien no sólo fue casa de Cruz Azul, pues Necaxa, América y Atlante también jugaron ahí, fueron los celestes los que lo hicieron suyo en los últimos años.

Dicen que la de Cruz Azul es la afición más fiel y en cada partido lo demostraron porque aunque su equipo iba a abajo, su corazón siempre estaba arriba.

Quizá la idea de mudarse a la casa de su rival no les encanta, pero es un inmueble en el que como lo hicieron en la década de los 70, otra vez tendrán que hacer lo suyo.

La tan conocida Ciudad de los Deportes dejará de ser eso y dará espacio a una plaza comercial que terminará con jugadas históricas, con una cancha que presenció la magia de Lionel Messi, Ronaldinho, Iker Casillas, Romario, Martín Palermo, Diego Forlán y el mismo Maradona o que recibió el primer juego de la NFL en México, cuando en 1978 vinieron las Águilas de Filadelfia y los Santos de Nueva Orleans.

A cambio, conservará en sus muros los gritos ahogados de gol, esas ganas de dar una vuelta olímpica y de decir “somos campeones”. El adiós está cerca de llegar al inmueble.

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