Humberto “La Chiquita” González es una leyenda viviente del box, con una trayectoria respaldada por 46 peleas como profesional, que le valieron ser cuatro veces campeón del mundo en la categoría de peso minimosca por el Consejo Mundial de Boxeo y la Federación Internacional de Boxeo.
Originario de Nezahualcóyotl, Estado de México, el también miembro del Salón de la Fama de Canastota (Nueva York), nos recibió en sus oficinas ubicadas en este mismo municipio, en donde actualmente tiene algunos de sus negocios.
En cuanto nos sentamos a platicar, vienen a su mente varios de sus logros a nivel nacional e internacional.
“Son muchas las cosas que hice como peso chico; peleé en Estados Unidos, donde no eran bien vistos los pesos chicos, por lo que siempre iban de relleno, pero yo era el estelar en la misma cartelera en donde estaban por ejemplo, un Oscar de la Hoya contra un Maromero Páez… Nada de eso era fácil, pero yo lo logré, gracias a Dios”.
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Recuerda que ese privilegiado par de puños también lo llevó a países como Corea, Japón, Tailandia, República Dominicana, Colombia y Argentina.
“Con todos, menos con los europeos porque ahí no había de mi peso… Pero también fui a España y a Inglaterra, donde me sorprendió que la gente me conociera aunque no hubiera peleado ahí. Lo que pasaba es que me habían visto pelear en la tele, por eso todo el mundo me veía, aunque yo no hubiera peleado en ciertos países”.
Contado así suena como algo sencillo, pero es parte de la lucha de toda una vida. En su caso, un sueño que inició desde que era niño, cuando veía las funciones sabatinas de box, precisamente a través de la televisión, acompañado de su padre.
“Pero también iba al gimnasio de los Baños Romero. Primero me llevaba mi papá, pero cuando él ya no pudo ir, yo comencé a ir solo… Y ahí fue cuando inicié en el boxeo, a los siete u ocho años”.
Cuenta que después de sus primeras peleas amateur, su padre solía preguntarle cómo le había ido, aunque no le creía mucho cuando éste le decía que había boxeado.
“Mi papá sólo me decía ¡Ajá!... Hasta que una vez llegué con un moretón, y ese día ya ni me preguntó cómo me fue, sólo me vio y me dijo: ¡Ahora sí boxeaste! Se puso contento porque me vio todo golpeado”.
Así, el entonces principiante se comenzó a abrir camino, hasta que llegó el día de su debut profesional, que ocurrió el 1 de septiembre de 1984, en la Ciudad de México, con una victoria por decisión en cuatro asaltos sobre Jorge Ortega Pérez. Unos meses después obtuvo su primera victoria por nocaut, al vencer a Narciso Pérez en el primer asalto.
“Cuando debuté me pagaron y pues me gustó más, porque comenzaba a ganar y ganar”.
“La Chiquita” entrenó con Nacho Beristain, uno de los entrenadores más importantes de México. Y fue manejado por gente como Lupe Sánchez, a quien recuerda por encima de todos sus managers:
“Yo llegué con él porque me perdí. Ese día yo iba para el gimnasio de los Baños Jordán, y mi papá le dijo a uno de mis primos que me acompañara, para que no me fuera a perder… Pero nos perdimos, y en lugar de llegar a los Baños Jordán llegamos a los Baños Margarita, en la colonia Doctores. Yo pensaba ver a Cristobal Rosas, con quien iba a pelear, pero cuando llegué acá me encontré a Pipino Cuevas, al Gato González, a muchos de los que veía peleando en la televisión”.
Fue ahí donde el Gato González le presentó a Lupe Sánchez. “La Chiquita” venía de noquear a un boxeador clasificado, y esa fue su carta de presentación.
Don Lupe lo puso a prueba con todos los púgiles que ahí se encontraban y después de verlo en acción decidió que sí trabajaría con él.
“Cuando ya me iba, se levanta y me da la llave de mi vestidor… ¡Ya tenía vestidor, ahí al lado de Pipino, del Gato, de todos ellos!”
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Ayúdate, que yo te ayudaré
Como buen católico y Guadalupano, “La Chiquita” está consciente de que corrió con mucha suerte, aunque sabe que en esa fórmula también juegan la fe y el esfuerzo propio:
“Es como todo, porque la virgencita o nuestro señor nos ayudan, pero también hay que poner de nuestra parte, ni modo que las cosas te caigan así nada más”.
Poco a poco, el boxeador fue ganando títulos y disfrutando de su crecimiento, dando un golpe a la vez, pero también con la mira de algún día ser campeón del Consejo Nacional de Boxeo, del cinturón verde y oro, y del CMB.
“Luego me hice campeón de toda la República; por ahí tengo ese cinturón, que ya está un poco desgastado porque mis hijos lo agarraban para jugar con él… Pero el cinturón que quería era el de campeón mundial, porque era el cinturón que veía en la tele, en diferentes peleas y decía: Ese va a ser mi cinturón”.
Finalmente en 1989, González viajó a Corea para superar al entonces campeón mundial Yul-Woo Lee en 12 rondas y coronarse como campeón mundial.
Cuenta que esa fue precisamente una de sus peleas más difíciles, pero al mismo tiempo una de las que más disfrutó, ya que para llegar a ese título tuvo que irle ganando a varios contendientes.
Y no menos inolvidable fue su regreso a la ciudad de México:
“Cuando llegué aquí, todo el aeropuerto estaba lleno… Y cuando llegué a Neza también, todo estaba lleno de coches que venían detrás de mí. Fue algo grandioso”.
Otro de los encuentros que le resultan memorables fue el que tuvo con el estadounidense Michael Carvajal en la Plaza de Toros México, donde recuperó el campeonato mundial.
“Con él me eché varias peleas muy grandes, estelares y todo, pero fueron muy difíciles. Nos echamos la trilogía, peleamos tres y yo perdí una. Fue dura y difícil porque perdí, pero fue bueno porque conseguí una revancha mucho más grande”.
Recuerda que la noche en que Carvajal lo derrotó, no tenía ganas de convivir con nadie después de la pelea, pero que su representante le dijo: No te preocupes, con esta derrota ganaste más de lo que perdiste, por la revancha que se viene. Y ya con eso en mente, accedió a celebrar.
El oficio de carnicero
Don Humberto también es carnicero, ese es el oficio que le enseñó su padre, cuyas carnicerías se llamaban precisamente “La Chiquita”, de ahí el mote que el boxeador eligió.
“Mi papá me enseñó a ser un buen carnicero, a poner la carne en la mesa, cortar y despachar”.
Incluso encuentra algunas similitudes entre la carnicería y el boxeo:
“Tanto de carnicero como de boxeador tienes que golpear, aplanar, y obviamente eso lo va resintiendo el brazo. Ya sea aplanando bisteces o frente al costal, te duelen las manos después de estar un rato ahí… Además de que siempre se ve sangre, ya sea en la carnicería o frente a un rival”.
Después de ser incluido por The Ring en su lista de los 100 mejores pegadores de todos los tiempos, en julio de 1995 peleó por última vez, en esa ocasión frente a Saman Sorjaturong, para después anunciar su retiro del box para perseguir otro de sus sueños…
Convertirse en un hombre de negocios
Desde entonces, “La Chiquita” ha abierto tres expendios de carne, actividad que combina con su promotora Chiquita González Boxing, a través de la cual ha apoya a varias generaciones de nuevos pugilistas, y por la que han pasado desde Saúl “Canelo” Álvarez en sus inicios hasta el actual campeón juvenil Jesús “Chiquito” Haro.
Don Humberto ha sido uno de los pocos boxeadores mexicanos que han sabido capitalizar los días de gloria, pues además de impartir clases de kick boxing, posee varios expendios de marquesitas y salones de fiestas.
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“Antes yo no iba a ninguna fiesta, pero ahora voy a todas, ahora sí soy fiestero”, bromea.
Acerca de la buena época por la que pasa ahora, a sus 56 años, considera que fue posible gracias a la guía de su padre, pero también a que él veía a otros peleadores que quedaban en bancarrota y que él no quería terminar así.
Mientras nuestro entrevistado nos lleva a conocer las instalaciones del Salón Marbet, y sus respectivas oficinas, nos muestra los cientos, quizá miles de fotografías que tiene con todo tipo de famosos, principalmente deportistas, políticos y artistas… Todos los boxeadores de las últimas cuatro décadas, dos expresidentes y varias alineaciones completas del América -su equipo de fútbol favorito- incluidos.
Al pasar junto a la foto con su amigo y compadre Julio César Chávez, recuerda que en una de tantas fiestas con él, andaba por ahí ni más ni menos que Amado Carrillo, “El Señor de los Cielos”.
De pronto parecería que todas estas imágenes le dan tanto o más orgullo que los propios cinturones que lo avalan como campeón mundial.
Y hablando de amigos, nos comenta que el propio Chávez lo acompañará a un homenaje que le harán este 21 de agosto, en la explanada del Palacio Municipal de Nezahualcoyotl, donde se inaugurará el ring de su escuela de boxeo.
El box, antes y ahora
Aunque los tiempos han cambiado y ahora ya no son tradición las peleas sabatinas en la televisión, para “La Chiquita” hay cosas que nunca cambian:
“El box no es fácil, nunca ha sido fácil. Te lo digo porque yo lo viví… Es un deporte muy celoso, porque si te preparas y entrenas bien te va bien, pero si te vas de fiesta y te desvelas, el box se da cuenta y es bastante celoso.
“Eso sí -acota- ahora hay más oportunidades, porque hay más campeonatos. Por ejemplo antes todo mundo peleaba el campeonato nacional de box y ahora ni caso le hacen… Pero ya hay varios lugares y organizaciones… A mí me hubiera gustado pelear en esta época, porque me imagino que ganan mucho más, por la mercadotecnia y todo eso”.
De los boxeadores de la actualidad tiene una opinión positiva, aunque no esconde que su favorito es el Canelo:
“Están bien, yo veo a los de hoy en día muy bien. Hay varios ahí, como Oscar Valdés y como el Canelo, que es el que manda en el boxeo ahorita. Pero hay buenos prospectos mexicanos hoy en día… Y muchos son muy buenos”.
Ante el cuestionamiento de por qué es tan criticado el Canelo, apunta:
“Bueno, él es muy querido en Estados Unidos, pero en México no. A mí muchos me han dicho que sí es bueno, pero que no les gusta. Cada quien tiene su manera de pensar, pero hoy es el momento del Canelo”.
Consejos para los que empiezan
“Yo les diría que le echen ganas, porque sí se puede. Yo corría y entrenaba, aunque hiciera frío o estuviera lloviendo (...) Aquí el que quiere salir adelante sale, no hay rival fácil.
Los fáciles son los que te ganan, porque yo peleaba con el primero o el segundo mejor del mundo y luego le decía a mi representante que me pusiera con otro más blandito, y luego ellos eran los que me ganaban. Según yo los escogía por fáciles, pero no hay nada fácil”.
Antes de despedirnos, le preguntamos si una historia como la suya, con un final feliz, sería buen tema de una serie de televisión o de una película hollywoodense.
“Sí, puede ser… Porque fue algo grande todo lo que me pasó. Y es algo que también vivió mi esposa, porque hubo ocasiones en que yo estaba en otra parte, concentrado y cuando me llamaba le contestaba mi representante y él le decía que no me molestara, imaginate. Pasaron muchas cosas… Y sí, me han propuesto llevar mi historia a la pantalla, pero no hemos concretado nada. Si algún día se da la oportunidad, pues con mucho gusto”, concluye.
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