/ martes 7 de agosto de 2018

Conoce las bellezas clásicas del Hermitage en Ámsterdam

Estos viajeros no sólo estaban interesados en ver estas piezas rescatadas, sino en ordenar copias para decorar sus mansiones y palacios

No deja de sorprenderme cómo se conectan los acontecimientos que suceden en distintos lugares y épocas. Empezaré por la erupción del volcán Vesubio en el sur de Italia el 24 de agosto del año 70 d.C. Gruesas capas de lava y ceniza cubrieron por completo las ciudades de Herculano y Pompeya, cuyos nombres y localizaciones exactas acabaron olvidadas hasta que fueron redes cubiertas en el siglo XVIII. Los arqueólogos empezaron a rescatar esculturas y otras obras de arte que pertenecían al periodo clásico y en Europa se desató tal furor por ellas, que provocó una ola de turismo tanto de artistas como de miembros de la realeza y de la élite de otros países (de Inglaterra a Rusia) en lo que se conoció como el Grand tour.

Estos viajeros no sólo estaban interesados en ver estas piezas rescatadas, sino en ordenar copias para decorar sus mansiones y palacios. Arquitectos, pintores y escultores se dedicaron a satisfacer esta demanda. El cuerpo humano, desnudo, volvía a ser idealizado en búsqueda de la belleza suprema. Atrás quedaba el barroco. Había nacido el neo-clasicismo.

Hubo un artista que no se conformó con hacer réplicas, sino que adaptó esos modelos a su momento actual y de esa manera aportó un toque de modernidad: Antonio Canova (1757-1822), uno de los mejores escultores italianos del siglo XIX y casi puedo decir que de todos los tiempos.

Entre sus clientas estuvo Josefina, la esposa del emperador Napoleón, para quien creó cuatro piezas: Cupido y Psique (1800-03), Hebe (1800-05), Bailarina (1805-12) y Las tres gracias (1812-16). Dado que su hijo se casó con la hija del zar Nicolás I, estas obras terminaron formando parte de la colección del Hermitage San Petersburgo y se pueden admirar en la exposición temporal Bellezas clásicas en el Hermitage Ámsterdam junto con otras tres esculturas de Canova y 53 piezas de otros artistas.

Me detuve frente al trío de mujeres desnudas, abrazadas, sensuales, divertidas. Se las mire por donde se las mire, son una obra maestra. Al lado,Cupido alado (1795) prepara sus flechas. A la derecha, Hebe, ataviada con una túnica vaporosa, sostiene una copa dorada.

Por cierto, hubo varias mujeres pintoras destacadas en esa época, entre ellas Benedetta Batoni y Angélica Kauffmann, cuyas pinturas también forman parte de esta exposición que se puede disfrutar hasta el 13 de enero.

La oportunidad de ver bajo un mismo techo todas estas obras es, en sí, un regalo. Para mayor información: www.hermitage.nl


No deja de sorprenderme cómo se conectan los acontecimientos que suceden en distintos lugares y épocas. Empezaré por la erupción del volcán Vesubio en el sur de Italia el 24 de agosto del año 70 d.C. Gruesas capas de lava y ceniza cubrieron por completo las ciudades de Herculano y Pompeya, cuyos nombres y localizaciones exactas acabaron olvidadas hasta que fueron redes cubiertas en el siglo XVIII. Los arqueólogos empezaron a rescatar esculturas y otras obras de arte que pertenecían al periodo clásico y en Europa se desató tal furor por ellas, que provocó una ola de turismo tanto de artistas como de miembros de la realeza y de la élite de otros países (de Inglaterra a Rusia) en lo que se conoció como el Grand tour.

Estos viajeros no sólo estaban interesados en ver estas piezas rescatadas, sino en ordenar copias para decorar sus mansiones y palacios. Arquitectos, pintores y escultores se dedicaron a satisfacer esta demanda. El cuerpo humano, desnudo, volvía a ser idealizado en búsqueda de la belleza suprema. Atrás quedaba el barroco. Había nacido el neo-clasicismo.

Hubo un artista que no se conformó con hacer réplicas, sino que adaptó esos modelos a su momento actual y de esa manera aportó un toque de modernidad: Antonio Canova (1757-1822), uno de los mejores escultores italianos del siglo XIX y casi puedo decir que de todos los tiempos.

Entre sus clientas estuvo Josefina, la esposa del emperador Napoleón, para quien creó cuatro piezas: Cupido y Psique (1800-03), Hebe (1800-05), Bailarina (1805-12) y Las tres gracias (1812-16). Dado que su hijo se casó con la hija del zar Nicolás I, estas obras terminaron formando parte de la colección del Hermitage San Petersburgo y se pueden admirar en la exposición temporal Bellezas clásicas en el Hermitage Ámsterdam junto con otras tres esculturas de Canova y 53 piezas de otros artistas.

Me detuve frente al trío de mujeres desnudas, abrazadas, sensuales, divertidas. Se las mire por donde se las mire, son una obra maestra. Al lado,Cupido alado (1795) prepara sus flechas. A la derecha, Hebe, ataviada con una túnica vaporosa, sostiene una copa dorada.

Por cierto, hubo varias mujeres pintoras destacadas en esa época, entre ellas Benedetta Batoni y Angélica Kauffmann, cuyas pinturas también forman parte de esta exposición que se puede disfrutar hasta el 13 de enero.

La oportunidad de ver bajo un mismo techo todas estas obras es, en sí, un regalo. Para mayor información: www.hermitage.nl


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