Por Arianna Bustos Nava
Poco más de cinco apresurados días fueron suficientes para que un pedacito de Perú se quedara en nuestros recuerdos, en fotos que no necesitan filtro, en sabores –choclo, ceviche, vino, pisco- que evoca el paladar y también, en gramos de arena del desierto que aún sentimos en los tenis.
La invitación a Viajero OEM llegó por parte de LATAM Airlines y Viajes Pacífico , el itinerario contemplaba destinos más allá del imponente Machu Picchu. Por medio de un mail, supimos que nuestra aventura incluía cielo, mar y tierra. Primero iríamos al desierto Ica, a sobrevolar las Líneas de Nazca y practicar sandboard; después, recorreríamos caminos de los Chachapoyas, también conocidos como Hombres de las Nubes, la zona arqueológica de Kuélap, mausoleos Revash y la catarata Gocta. Las fotos que buscamos en Google no alcanzaron a proyectar lo que estábamos por vivir.
Mapa de viaje
(Toca los puntos en el mapa y descubre más de la travesía)
Luego de cinco horas en avión, a bordo de un Boeing 767 en el que el movimiento es casi imperceptible, llegamos a Lima, Perú. Atrás se había quedado el verano en México, ahora vivíamos el clima invernal peruano; arribamos de noche y teníamos que levantarnos casi de madrugada. Comenzaríamos la travesía al día siguiente en el departamento de Ica. Llegamos temprano al hotel Aranwa Paracas, recorrimos el muelle que hay en el resort, ahí se veía el Océano Pacífico, más allá de mar, no hay agua, el desierto enmarca al azul marino.
Posteriormente nos dirigimos al Aeropuerto Capitán FAP Renán Elías Olivera, en Pisco, de ahí salen las avionetas que sobrevuelan las míticas Líneas de Nazca: más de 10 gigantescos geoglifos en formas de mono, araña, colibrí, cóndor y hasta un astronauta. Se cree que estos vestigios sobre el desierto eran utilizados como calendario astronómico, por la cultura nazca. El recorrido aéreo dura hora y media, aproximadamente; aunque con los movimientos, altura y presión, el tiempo simplemente se detiene. Eso sí, cualquier mareo es poco si puedes ver en persona el rastro y señales que dejaron las culturas antiguas de Perú.
Después de tanto cielo, lo que pedíamos era tierra, así que regresamos a Paracas. Nos subimos a un par de camionetas 4x4 para cerrar la noche en un picnic en el desierto. No sabíamos el destino, pero confiamos en que los conductores tenían en mente – o GPS- la ruta que nos llevaría entre las dunas hasta un banquete peruano bajo las estrellas. Supimos que los millones de granos de arena en Ica son idóneos para el Rally Dakar, la competencia extrema más grande del mundo, que en 2018 adoptó como única sede esta región del mundo.
A la mañana siguiente, recorrimos el desierto con la emoción que se siente en una montaña rusa, a bordo de los buggies de Sand Tours Perú, incluso practicamos sandboard; usamos las curvas naturales de la tierra para deslizarnos. Fue aquí donde nos despedimos del arenal, con tierra hasta los cachetes.
Los colores fueron cambiando, dejamos lo cálido del desierto para darle entrada al verde sierra y selva que impera al norte del Perú. Veíamos cercano el fin de la aventura. De Lima viajamos al pequeño Aeropuerto de Jaén, en Cajamarca (el único vuelo desde Lima lo tiene LATAM Airlines) hay apenas una sala de espera, las paredes son de bambú y el paisaje es sinigual. Luego tomamos el transporte que nos llevó por carreteras que marcan un espiral, las postales del camino hipnotizan con su cambio constante entre cerros, árboles, río y neblina.
Entramos a la ciudad de Chachapoyas, nos hospedamos en la Casa Hacienda Achamaqui, un acogedor espacio que aparece como ilusión entre las montañas del Amazonas. Esta fue nuestra guarida, donde recargábamos baterías y energía.
La primera expedición en esta región de Perú fue en los mausoleos de Revash, en la provincia de Luya. Una caminata de menos de una hora nos llevó a un par de miradores para apreciar a distancia las tumbas que la cultura Chachapoyas, casitas excavadas, hechas con piedra y pintadas con cruces rojas que fungían como criptas; a decir de los historiadores son réplicas de lo que habrían sido las casas en la comunidad de los vivos. En el trayecto de ida y vuelta a los santuarios, pudimos caminar con locales e incluso, probar choclo (elote) cocido, producto típico de la cocina en Perú.
La zona arqueológica Kuélap, fue la siguiente maravilla a visitar. Para llegar es necesario tomar las telecabinas, conocidas en México como teleféricos. El punto más alto que se alcanza en este aparato rebasa los 200 metros de altura. Además de seguro, este transporte te ahorra más del doble de tiempo, 20 minutos por cerca de dos horas qué harías en carretera.
Kuélap fue una fortaleza de la cultura Chachapoya que destacaba por sus construcciones circulares. Este espacio es conocido como las “Torres de Macro” por estar ubicado en la punta de un cerro. Aquí vimos rastros de las actividades en la extinta comunidad: defensa, rituales, astronomía, medicina, arquitectura y su manera de convivir con la muerte; tenían las tumbas dentro de sus casas. Los árboles decorados naturalmente con bromelias fueron testigos de quienes que pasaron por sus estrechos pasillos construidos entre altas y gruesas paredes.
El cierre del viaje por Perú fue conmovedor, caminamos alrededor de cinco horas – ida y vuelta- para apreciar los más de 700 metros que mide la catarata de Gocta, una de las tres cascadas más largas de Latinoamérica. El esfuerzo físico nos permitió conectar con nosotros mismos, de pies a cabeza, y ser más conscientes de nuestro cuerpo; además, de que estar lo más cerca posible de la caída de Gocta, que nos despidió con acaricias en forma de brisa.
BONUS TRACK DEL VIAJE
El país andino nos dejó postales inolvidables durante nuestra estancia: personajes, comida, música y hasta flores.
Sonrisas auténticas
Mientras caminábamos rumbo a los mausoleos de Revash, conocimos a Doña Rosa; de ida hilaba algodón, de regreso nos ofreció choclo calentito que nos dio energía para el último tramo
Banquete peruano
Este es un vistazo de la gastronomía en Perú; una probadita de lo que saboreamos en el viaje.
(Toca los puntos en las imágenes y descubre de qué trata cada platillo)
Flores y costumbres
Locales del Amazonas nos compartieron algunos de los rituales que realizan en Semana Santa
Nuevos amigos
Había perritos en el desierto, incluso nos acompañaron en la aventura de los buggies
Además de pisco
En la región andina también se produce vino, específicamente en el viñedo Tacama (1540), considerado por los historiadores como el más antiguo de Sudamérica.
Planea tu viaje
Para viajar de México a Perú te recomendamos contactar operadoras como Mega Travel, Juliá Tours o Petra, ellos te darán opciones con Viajes Pacífico, quienes nos llevaron por esta aventura. Respecto a la aerolínea, LATAM tiene vuelo directo de CDMX y Cancún a Perú.
Catarata de Gocta y fin de la travesía