Aquellos que dedicaron su vida a estudiar ciencia jurídica, estarán de acuerdo conmigo que la política es el arte de la coordinación de los esfuerzos para hacer del mundo un lugar mejor. Sin ella no se tiene avance civilizado. Es encomienda de quienes se interesan por la suerte del prójimo, de los idealistas y soñadores, de los que hacen sacrificios y no se dejan perturbar por las injusticias e incomprensiones. Una cosa es la teoría y otra la miserable práctica. La proximidad de las elecciones evidencia un serio retroceso en la práctica electoral.
México desde siempre ha sido reconocido un espacio de creatividad talentosa, es lo que hizo que la composición de Consuelo Velázquez, “Bésame mucho”, fuese la canción en español más escuchada en el siglo XX. Qué decir de Agustín Lara, Luis Barragán y Ricardo Legorreta, expresiones de la mas osada estética artística y arquitectónica que ha dado esta tierra para el mundo. Ellos deberían de servir de inspiración para la mediocre propaganda electoral que el pueblo mexicano está pagando. Es peligroso y erróneo generalizar, pero es innegable que prevalece una dolorosa mediocridad en la política mexicana que se empeña por utilizar palabras de moda, caer en temas pasados, propuestas que no convencen ni seducen. Un vacío melancólico de creatividad e ingenio.
Pensar que somos la tierra de enormes publicitarios, genera decepcionante extrañeza a las pobres campañas y propagandas electorales que nos viene acostumbrando la política mexicana, que se dice “gratuita”, pero que no lo es. Es el pueblo bastante ya desplumado por los impuestos que ya de por sí son de los más inicuos del mundo, quienes pagamos por este tiempo tedioso.
Pero no sólo es la falta de buen gusto lo que adolece este intento de motivar a un votante indiferente y fastidiado, es también la falta de valores, de delicadeza y de cortesía con los errores actuales y del pasado. Ni hablar de cordura y etiqueta, en una esfera (la de la política mexicana) que se ha caracterizado por la agresividad verbal, por el mar de ofensas y mentiras emitidas a través de las redes sociales.
Un México que tiene en Sor Juana Inés de la Cruz o Nezahualcóyotl como paradigmas en comportamiento debe de avergonzarse de los debates ofrecidos por los candidatos tanto en la palestra nacional como en los distintos foros estatales y municipales. Tal parece que el candidato de hoy en día no cuenta con cualidades personales que elogiar. El mensaje que llega al electorado es el de: “Yo no soy bueno, pero el otro candidato es peor”; “No poseo nada que decir que me exalte, que pueda hacerme merecedor de tu sufragio, ¿pero te das cuenta que mis rivales están aún menos dotados de virtudes?”. Destruir deliberadamente la reputación de otros no es algo que sirva para elevar el nivel de calidad moral de ningún candidato. Por el contrario, se convierte de inmediato en un criterio restante para seleccionar a la persona que recibirá mi voto.
Queda por preguntarse que se esta haciendo con la fortuna que este sufrido pueblo mexicano destina a las campañas electorales y de los partidos, pues tal parece que no se ha invertido nada a esta pedagogía de la vida publica. Por ello es que últimamente parece territorio reservado únicamente para personas que no son exactamente lo que la buena educación moral y cívica señala como ejemplo.
Sin embargo, no dejo de tener esperanza. Esperanza en la lucidez de los jóvenes y de aquellos quienes desean ponerse en primera línea de la política seria, que pueda sustituir la cepa carcomida vieja y esclerótica que ya no tiene nada bueno que ofrecer. Ni gobierno, el peor gobierno de la democracia, ni oposición, probablemente la peor oposición de la democracia, están a la altura de las exigencias y sus responsabilidades. Merecemos otra clase política y el político merece otra sociedad civil. Hasta la próxima.
Analista empresarial y director regional de Logística y Relaciones Comerciales de Palos Garza
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